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Las guerras tarasco-mexicas, 1476-1521

Las guerras tarasco-mexicas, 1476-1521

Escrito por Ricardo Carvajal Medina

Por Ricardo Carvajal Medina

Las guerras tarasco-mexicas fueron una serie de conflictos bélicos, que tuvieron las dos entidades políticas más poderosas de Mesoamérica, desde 1476/77 hasta la Conquista española en el siglo XVI. Por una parte estaba el Tzintzuntzan Irechecua (“Reino de Tzintzuntzan”) que abarcó gran parte del actual Estado de Michoacán y porciones de Colima, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Estado de México y Guerrero; y la Tripe Alianza o Excan Tlatoloyan mexica, que logró extenderse por la mayor parte del centro de México, la costa del Golfo, Oaxaca, y tener presencia en algunos territorios de Chiapas y Guatemala. Gracias a las investigaciones recientes sobre estos conflictos que duraron más de 40 años, se puede tener una visión más completa sustentada en fuentes documentales y arqueológicas. En el presente texto presentamos algunos de los puntos más importantes de estas guerras, que decidieron el destino de millones de seres humanos en la segunda década del siglo XVI.

Los chichimecas de los lagos de Pátzcuaro y Texcoco: Siglos XIII y XVI

Las historias de los tarascos y mexicas comparten algunas similitudes, ya que ambos pueblos se reivindicaron como originarios de las regiones norteñas habitadas por indígenas chichimecas. El linaje “chichimeca” más poderoso de los que se asentaron en el lago de Pátzcuaro en el siglo XIII, fue el de los Uacúsecha (“águilas”), cuyo dios patrono fue Curícaueri. Tras varias alianzas matrimoniales, intrigas y guerras con los isleños y otros linajes “chichimecas”, los Uacúsecha lograron hacerse con el control de la cuenca de Pátzcuaro durante los últimos años de vida de Taríacuri (ca. 1420), y derrotar a sus enemigos y parientes más poderosos de Taríaran y Curínguaro. Taríacuri heredaría el poder a sus sobrinos Hirepan, Tangáxoan y un hijo, Hiquíngaje, quienes establecerían el Triunvirato Ihuatzio-Pátzcuaro-Tzintzuntzan, realizando muchas conquistas en Michoacán entre los años 1420-1450.

Los mexicas según sus historias vinieron de un lugar al norte llamado Aztlán, guiados por su dios patrono Huitzilopochtli (Zinzuviquixo en tarasco), y tras peregrinar por décadas (supuestamente junto con otros grupos, incluyendo los tarascos), se asentaron en un islote del lago de Texcoco durante el siglo XIV, donde vivieron muchos años subyugados a los señoríos ya establecidos, esforzándose por emparentar con los linajes de ascendencia “tolteca”. Tras conspirar con varios aliados, Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina iniciaron una revuelta contra los tepanecas, logrando derrotar a Maxtla e independizarse de Azcapotzalco en 1428. Establecieron la Excan Tlatoloyan o Triple Alianza, compuesta por México-Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan. Bajo el gobierno del huey tlatoani Itzcóatl, el primer objetivo fue reconquistar los dominios de los tepanecas, iniciando la conquista del valle de Toluca en 1430.

Imagen 1. Los dioses patronos de los tarascos y mexicas ataviados como “chichimecas”. Izquierda: El dios Tiripeme Curícaueri (“Precioso que es Fuego”) según la lámina XIX de la Relación de Michoacán (Detalle). Derecha: el dios Zinzuvquixo (Tzintzuni=”colibrí”, Uquixo=”izquierda, zurdo”, “Colibrí Zurdo”), nombre tarasco de Huitzilopochtli. Códice Telleriano-Remensis, f. 25 (Detalle).

Calma tensa en los lagos (1420-1476)

Estos conflictos en el centro de México, se dejarían sentir pesadamente entre los pueblos otomís, matlatzincas y mazahuas, ya que sus señoríos se encontraban en los valles intermontanos en medio de las dos cuencas de Pátzcuaro y Texcoco. Ante el avance mexica estos pueblos empezaron a migrar a Michoacán, buscando refugio con los tarascos. Se sabe que un grupo de 70 otomíes de Hueychiapan y guiados por cuatro principales, se asentaron en Guayangareo, pero no les gustó, y se mudaron a Acámbaro, siendo vasallos del cazonci (gobernante supremo tarasco), mientras que el Códice de Huichapan menciona que un pueblo otomí fue destruido, y migraron hacía Michoacán en 1436; este tipo de migraciones data de tiempos anteriores, y fueron constantes durante las siguientes décadas; el mismo códice menciona otra migración de otomís en 1460, y una de mazahuas en 1467. Para el año 1440 subió al trono de México-Tenochtitlán, Moctezuma Ilhuicamina, conquistando en las siguientes décadas las poblaciones de Xilotepec, Taxco, Nochtepec, Teticpac, Tepecoacuilco, Tlacozauhtitlan, Coatepec, Tenetzinco, Cocollan, Coatlan, y las poblaciones chontales de Acapetlahuayaca, Oztuma, Chuapan e Ixcateopan. Con estas conquistas, los mexicas lograron apoderarse de una parte importante de la cuenca del río Balsas.

Un acontecimiento fundamental ocurrió en la cuenca de Pátzcuaro, aproximadamente para 1450 y bajo circunstancias no mencionadas en las fuentes. El hijo de Tangáxoan llamado Tzitzíspandácuare (en las fuentes nahuas se le nombró Camacoyáhuac), centralizó el poder en Tzintzuntzan, relegando la importancia de Pátzcuaro e Ihuatzio, y finalizando con el período del Triunvirato; por lo que se inició una nueva fase de expansión territorial, ahora ya como Tzintzuntzan Irechequa, que llevaría a los tarascos a conquistar Zacatula, Colima y parte de Jalisco. En la Relación de Michoacán se hizo alusión brevemente a los movimientos de tropas tarascas hacía el Este: “Zizíspandáquare hizo algunas entradas hacia Tuluca y Xocotitlan y le mataron en dos veces, diez e seis mil hombres. Otras veces traía cativos.” (Alcalá, 2008 [1542], Segunda Parte, Cap. XXXV, f. 138v). En el Códice Telleriano-Remensis se menciona una campaña emprendida durante el reinado del cazonci Tzitzíspandácuare hacia el poniente en 1462, y otras fuentes mencionan expediciones a lugares lejanos como Xichú en Guanajuato. Esto manifiesta los intentos que tuvieron los tarascos de conquistar los territorios localizados al Oriente, especialmente el valle de Toluca antes de que cayera en la órbita de control mexica.

Imagen 2. “Año de nueve conejos y de 1462 según la n[uest]ra [cuenta], tuvieron una batalla los de Mechuacan y Xiquipilco, que es en el valle de Matalcingo. Este año hubo un temblor de tierra.” Códice Telleriano-Remensis, f. 33v.

Una referencia que dio Diego Durán permite saber que los mexicas ya temían el poderío tarasco para esas fechas, pues narró un episodio donde Tlacaélel le dijo a Axayácatl años después, cuando se preparaban para la guerra para conquistar Matlatzinco: “Hijo, no te alborotes; has de saber que antes de ahora fui de parecer, en tiempo de mi Hermano Motecuhzoma [reinó entre 1440-1469], de que se sujetase esa provincia por guerra, temiendo que no se hiciese (una) con los de Mechoacan y nos diese algún sobresalto y sinsabor algún día.” (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXV, Pp. 268-269).

En 1469 murió Moctezuma Ilhuicamina, y subió al trono de Tenochtitlán el huey tlatoani Axayácatl (llamado Hacángari en la Relación de Michoacán), quien siguió con los intentos de dominar definitivamente el valle de Toluca. La oportunidad se presentó en 1475, cuando los matlatzincas se rebelaron contra los mexicas, por lo que se enviaron guerreros para sofocar la insurrección. Alonso de Zorita mencionó que los matlatzincas “se quisieron levantar contra él [Chimaltecutli, señor que se doblegó a los mexicas] porque los fatigaba demasiadamente por servir y contentar al de México, vino segunda vez contra ellos, y les dio guerra y los destruyó, y algunos se fueron fuera de su natural, especialmente los de Zinacantepec, que se fueron a Michoacán, adonde ahora llaman Tlaulan…” (Zorita, 1993 [1584], P. 197). En este punto de las circunstancias, el conflicto entre tarascos y mexicas era ineludible, ya que ambos buscaban pueblos para conquistar y apropiarse de sus excedentes por medio del tributo.

La victoria de los ejércitos de Tzitzíspandácuare sobre los de Axayácatl (1476/1477)

Una de las guerras más famosas de la historia mexica, sin duda es el intento de conquista que Axayácatl emprendió contra Michoacán, donde los mexicas fueron aplastados a manos de los guerreros del cazonci, y el mismo Axayácatl huyó desastrosamente con los sobrevivientes. Se han dicho muchas cosas de este acontecimiento histórico, pero pocos habían analizado la información disponible. Las fuentes más ricas son las crónicas de Diego Durán y Hernando Alvarado Tezozómoc, así como otras breves referencias, que a pesar de las contradicciones en las fuentes, se pueden complementar, permitiendo contemplar la magnitud de esta campaña. Domingo Chimalpahin, escribió en su Tercera Relación el año en que ocurrió esta batalla:

“5 Ácatl, 1471. […] Tras derrotar a los de Tepetícpac y a los mazahuas, Axayacatzin se dirigió a Michhuacan para combatir a los de Tlaximaloyan; decía Axayacatzin: “muy pronto llegaremos a Michhuacan”. Pero cayeron en poder del enemigo [muchos] viejos mexicas; allá perecieron estos guerreros águilas: Yaotzin, Cuauhhue huetzin y Huitzáhuatl, viejos principales. Fueron derrotados [los mexicas] en tiempo de Camacoyáhuac [Tzitzíspandácuare], tlatohuani de Mechhuacan.” (Chimalpahin, 2003, T. I, Tercera Relación, 1471-1474, Pp. 267 y 269. Corchetes nuestros).

            Carlos Herrerón Peredo sugiere que el año 1471 es un cálculo impreciso, ya que para ese tiempo los mexicas aun no dominaban de forma efectiva a los matlatzincas. Los testimonios de Diego Durán y Hernando de Alvarado Tezozómoc proporcionan datos geográficos y militares, pero no cronológicos, y con algunas variantes de importancia; en ambos, los matlatzincas aparecen como refuerzos del ejército de Axayácatl, por lo que Herrerón Peredo sugiere que la batalla ocurrió entre 1476-1477, calculo que nos aparece acertado, ya que otras fuentes aluden las consecuencias de esta batalla, situadas después de 1477 (Herrejón Peredo, 1978, Pp. 19-22.).

Imagen 3. Teatro de operaciones y movimiento de ejércitos, durante la batalla entre tarascos y mexicas en 1476/77. Mapa elaborado por Carla E. Naranjo Trejo (Carvajal Medina, 2019, P. 772).

Los agresores fueron los mexicas, quienes quisieron probar el valor de los tarascos y experimentar sus fuerzas, capturar prisioneros para estrenar la Piedra del Sol, consagrar su templo, y subyugarlos para cobrarles tributo. El ejército de Axayácatl estaba compuesto por mexicas y sus vasallos texcocanos, tlacopanecas, tepanecas, tlatelolcas, chalcas, xochimilcas, gente de la Chinampaneca y montañeses, otomíes, huastecos, y matlatzincas. El número de guerreros varía según la fuente: Durán mencionó un ejército de 24,000 combatientes, mientras que Tezozómoc dio la cifra 32,300 combatientes. Los mexicas avanzaron y destruyeron el pueblo fronterizo de Taximaroa (actualmente Ciudad Hidalgo) en territorio tarasco; en la Relación de Michoacán se mencionó: “Otra vez vinieron los mexicanos a Taximaroa y la destruyeron en tiempo del padre de Motezuma llamado Hacángari [Axayácatl], y Zizíspandáquare la tornó a poblar…” (Alcalá, 2008 [1542], Segunda Parte, Cap. XXXV, ff. 138v-139).

De ahí se movieron cerca de Zinapécuaro, donde dos espías matlatzincas informaron a Axayácatl  que los tarascos estaban armados con “hondas y varas tostadas arrojadizas, arcos y flechas, y macanas, con cuchillos de navajas, porras, y otras armas ofensivas, con muchas y galanas rodelas y divisas de oro, y plumas”; y que los superaban en número, 40,000 guerreros según Durán; 50,000 hombres de guerra según Tezozómoc. El ejército del cazonci Tzitzíspandácuare estaba compuesto por tarascos, pinomes, xilotlatzincas, tecos, sayultecos, escomaecha, nahuas, chichimecas, guachichiles, guamares, pames, otomíes, ocúmecha, mazahuas, pirinda-matlatzincas, huetamaecha, chontales, cuitlatecos, chumbias, tolimecas y pantecas. Al escuchar la información de los espías, Axayácatl no se alegró, y sus consejeros viendo la flaqueza que mostraba el huey tlatoani, le dieron un consejo “bestial”, en palabras de Durán:  le dijeron que los mexicas nunca había temido a ningún enemigo ni se habían retirado sin pelear, y dieron a entender que sí se retiraban, iban a perder prestigió ante los otros pueblos, por lo que sólo podían morir o vencer, además su reputación ante sus enemigos y pueblos subyugados peligraría, ya que “habiendo venido sin ser llamados ni provocados que qué dirían las demás naciones.” (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, Pp. 282-283).

Al ver al ejército tarasco, Axayácatl se arrepintió, pero ya había dado la orden de avanzar, mandó que se pronunciaran arengas al ejército para animar a los guerreros. Los guerreros cuauhhuehuetque o “águilas viejas” y los cuachicqueh o “rapados”, iban capitaneando a los guerreros mexicas. Del otro lado del campo de batalla, debieron ir capitaneando los guerreros kangáriecha o “valientes hombres”, guerreros nobles pertenecientes a esa orden militar tarasca (Carvajal Medina, 2017). Antes de dar la señal de acometer, llegó una embajada de principales tarascos con un mensaje para Axayácatl; según la versión de Diego Durán, los tarascos le dijeron:

“Gran señor, ¿quién te trujo acá? ¿A qué fue tu venida? ¿Tú no estabas quieto en tu tierra? ¿Quién te fue a llamar y te trujo engañado? ¿Trujéronte, por ventura, lo matlatzincas, a los cuales poco ha destruiste? Mira, señor, lo que haces, que has sido mal aconsejado” (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, Pp. 282-283).

          Axayácatl agradeció la embajada, y pidió que se retiraran, porque quería probar el valor de los tarascos, y que por eso había venido. En la versión de Tezozómoc, se mencionó que antes de iniciar el combate, cuatro nahuatlatos tarascos llegaron dando voces y diciendo:

“”Mexicanos ¿a qué fue esta venida y con tantos armados a nuestras tierras?”. Respondieron los mexicanos: “nuestra venida fue por ver vuestras tierras y a vosotros.” Dijeron los de Mechoacan: “pues de vuestra voluntad venisteis a buscar vuestras muertes, aquí feneceréis todos.” Respondieron los mexicanos: “pues para luego es tarde”” (Tezozómoc, 1987 [1598], Cap. LII, P. 421. Hemos modificado la puntuación y colocado comillas donde consideramos pertinente).

Al parecer hubo un primer enfrentamiento con los tarascos; en la versión de Durán se menciona que la batalla fue en un llano cerca de Zinapécuaro. Después de que la embajada se retiró, el ejército tarasco tomó la iniciativa y arremetió contra los mexicas con tal furia, que el ejército mexica empezó a replegarse. Axayácatl al ver esto, reforzó a sus ejércitos con los guerreros que venían de sus provincias sometidas, con lo que pudo sostener la batalla todo el día hasta que atardeció, sin que los tarascos mostraran debilitamiento, al contrario, mostraban superioridad. Al anochecer, los mexicas regresaron al campamento; los señores y caballeros se presentaron ante Axayácatl, y

“dice la historia que traían los rostros y narices, boca y ojos con el sudor y polvo que se les había pegado de pelear todo el día, que apenas los conocía quiénes fuesen, para poderlos llamar por sus nombres, especialmente aquellos que tenían la profesión de no volver pie atrás [cuachicqueh]. Entre los cuales venían muchos muy mal heridos, unos de flechas, otros de piedras, otros de golpe de espadas, otros pasados con varas arrojadizas, que el rey tuvo gran lástima y piedad de ellos; sin gran multitud que quedaba, de todas las naciones, muertos en el campo. Y así los mandó llamar a todos, y dar de beber un brebaje que ellos usaban para el alivio de las guerras, que llamaban yolatl, que en nuestro romance quiere decir “caldo esforzado”” (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, P. 283).

          Durante la noche descansó lo que quedaba del ejército, rearmándose con armamento ofensivo y defensivo. En la mañana llegó el señor de Matlatzinco, con una plática para consolar a Axayácatl, y le ofreció guerreros de refuerzo y 1000 “cargas de flechas y de rodelas y espadas y hondas y otros géneros de armas que ellos usaban”. Estas armas las repartieron entre los menesterosos, y los arengó para que, a pesar de la batalla del día anterior, tuvieran ánimo y valor contra los enemigos. Aquí Durán refiere que la iniciativa la tuvieron los mexicas contra “los tarascos, y fue tan sin provecho la arremetida, que, como moscas –dice la historia- que caen en el agua, así cayeron todos en manos de los tarascos.” (Ibíd. P. 284).

Imagen 4. Representación de los guerreros tarascos según Heath (1999, T. II, Pp. 72-75). La descripción está tomada de Heath y el origen de la fuente de Carvajal Medina (2019, P. 768):
Fig. 103. Cazonci tarasco Tzintzincha Tangáxoan [Relación de Michoacán, lámina XLIV]

Fig. 104. Guerrero tarasco noble [Códice Telleriano-Remensis f. 25v]
Fig. 105. Guerrero tarasco noble [Códice Telleriano-Remensis f. 33v]
Fig. 106. Guerrero tarasco noble [Relación de Michoacán, lámina XLI]
Fig. 107. Guerrero tarasco noble [Relación de Michoacán, lámina X]
Fig. 108. Guerrero tarasco noble [Lienzo de Tlaxcala, P. 52]
Fig. 109. Guerrero tarasco purépecha [Descripciones de la Relación de Michoacán y Relaciones Geográficas]
Fig. 110. Guerrero tarasco purépecha [Descripciones de la Relación de Michoacán y Relaciones Geográficas]
Fig. 111. Porteador tarasco purépecha [Relación de Michoacán, lámina XLIV]
Fig. 112. Sacerdote tarasco cúritiecha [Relación de Michoacán, lámina XXIV]

En la versión de Tezozómoc se menciona que los mexicas lograron que los tarascos se replegaran a Charo, donde según se habían reunido 80,000 guerreros, que iniciaron una poderosa contraofensiva que derrotó definitivamente al ejército mexica, persiguiéndolos hasta los montes de Toluca. Axayácatl al ver la imposibilidad de la victoria dio la orden de retirada, huyendo y dejando atrás a más de 20,000 guerreros muertos o prisioneros, que posteriormente serían esclavizados o sacrificados en honor de Curícaueri. Se menciona que murió uno de los cuatro señores del consejo que elegían al huey tlatoani, y de forma dramática se narró:

“En esto los capitanes Tlacochcalcatl, Cuauhnochtli y Huitznahuacatl, apellidaron diciendo: ya vamos nosotros; llevaréis á Tenuchtitlan nuestra memoria: moriremos aquí en manos de nuestros enemigos; y llegados al campo que no bien acababan de llegar, cuando ochenta mil tarascos acometieron y mataron á los mexicanos. Dijo Ticocyahuacatl al rey Axayaca: ya con los ojos habéis visto las crueles muertes de todos los valerosos mexicanos: ya no podemos mas, por los pocos que aquí estamos en guarda de vuestra real persona: os ruego y amonesto que volvamos atrás. Obedeció el rey Axayaca al viejo capitan y volvieron las espaldas.” (Tezozómoc, 1987 [1598], Cap. LII, P. 423).

El punto de reunión de los restos del ejército de Axayácatl varía según la versión: Durán afirmó que se reagruparon en Ecatepec, mientras que Tezozómoc mencionó que fue en Tzinacantepec. Después de haber hecho la cuenta de sobrevivientes, mandaron mensajeros a México-Tenochtitlán para darle la mala nueva a Tlacaélel, quien al enterase, temió una contraofensiva tarasca, ya que “puso guardas a la ciudad y mandó tocar atambores y caracoles”, para poner de luto a la ciudad (Durán, 1984 [1579], T. II, Cap. XXXVII, P. 284).

Imagen 5. Representación en el Códice Durán de la derrota de Axayácatl a manos de los tarascos en 1476-1477. Hasta donde tenemos conocimiento, es la única representación pictográfica en las fuentes sobre esta batalla (Durán, 1984 [1579], T. II, lámina 25, Cap. XXXVIII, P. 287 [en apéndice]).

Entre la poesía nahua sobreviviente, existe un canto atribuido a Axayácatl, titulado “Canto de los ancianos”, dónde se menciona la amargura de la derrota en Michoacán. Antes de iniciar el canto, se dice que “lo hizo cantar el señor Axayácatl que no pudo conquistar a los michhuaques porque así regresó de Tlaximaloyan. Y no sólo eran unos cuantos los príncipes, los esforzados, los que allí murieron, algunos huyeron por su ancianidad, ya no eran fuertes, por ello se excusan. Así el canto los reprende. El señor Chinchicha era ya un viejo gobernante”; el canto propiamente inicia así:

“Tico tico tico tico tico tico tico tico tico tico

Nos llamaron para embriagarnos / en Michoacán, en (con) Camacoyáhuac. / Fuimos a hacer ofrenda de púas, / nosotros mexicas, nos embriagamos / cuando dejamos al águila vieja, / al enemigo. [el nombre del gobernante (tlatoani) de allá] [los nombres de los valientes que allí murieron]

¿Cómo es que quedaron / embriagados los ancianos mexicas? / Ya no hay quien diga / que oprimimos ancianas, / Chimalpopoca, Axayácatl. / Ya abandonamos a nuestro abuelito, / el pequeño Cacama.

En el lugar de la embriaguez estoy escuchando, / yo vuestro abuelo. / Están hablando los ancianos águilas, / Tlacaélel, Cahualtzin, / dicen que bebieron sus capitanes, / salieron abandonando al señor de Michoacán.

Allá en las manos del enemigo / acabaron los huaxtecos, / los tlatelolcas, / mis nietos, Zaquatzin, / Tepantzin, Cihuacuecueltzin. / Con su cabeza, con su pecho / exclaman, escuchadlo.

Cototi, cototi cototi, cototi cototi cototi cototi.

¿Qué hacen los guerreros esforzados? / ¿Ya no piden la muerte? / ¿Ya no quieren hacer cautivos? / Vieron a sus enemigos, / frente a ellos huyen, / el metal precioso viene reververando, / las banderas preciosas verdean, / que no os hagan prisioneros, / daos prisa.

Que no a los jóvenes, / a los que quieren hacer ofrenda, / si ello ocurre lloraremos como águilas, / si así lloraremos como jaguares, / nosotros ancianos águilas, que no os hagan prisioneros, / daos prisa.

Pobre de mí, Axayácatl, / ¿acaso ya en mi vejez / será la huida de mis príncipes águilas?

Que no sea a él, mi nieto, / sólo yo os dejaría, / la flor va extendiéndose, / con ella se libera el guerrero huitznáhuatl.

Tico, etcétera, de un lado.

Estoy como un ave, / estoy escupiendo, / yo vuestro abuelito, Axayácatl.

Sentaos, vosotros esforzados, / los que cazáis. / Que no en su vasija de fuego, / vosotros que huis, / os queméis; / que no con esto caiga el bastón de mando / de vuestro abuelito Axayácatl.

Una y otra vez provoca risa de tristeza / lo que hacen los mexicas, / mis nietos, los que raparon su cabeza, / de cuatro en cuatro se avejentan. / La flor del escudo en nuestras manos está.

Y en verdad los mexicas, mis nietos, / están en fila de uno en uno, / están ordenados, / irán a envejecerse, / La flor del escudo en nuestras manos está.

Del otro lado; tico etcétera.

En la estera del águila, en la estera del jaguar, / está sentado vuestro abuelo Axayácatl, / está insuflando la guerra / en su vasija de fuego / que en verdad mucho humea.

Nunca se apagará, / con escudos, con abanico, con dardos, / se aviva en su vasija de fuego / que en verdad mucho humea.

Aún vivimos nosotros vuestros abuelos, / anchas son nuestras lanzaderas, / nuestros dardos, con esto alegramos / a los que junto a nosotros están.

En verdad, con fatiga se hace uno viejo, / en verdad con fatiga es la vejez. / Por esto aquí lloro por mí. / Yo, vuestro abuelo Axayácatl, / recuerdo a mis viejos amigos, / Cuepanáhuaz, Tecale, Xochitlahuan / los que están asentados. / Que algunos aquí pudieran salir, / cada uno de los señores / que bien se sintieron en Chalco.

Cuántos toman con premura los cascabeles, / cuántos se entrelazan con el polvo.

Sólo de vosotros me río, / yo vuestro abuelo, / de vosotros con insignias de mujer, / de vosotros con escudos de mujer, / guerreros esforzados, / así habéis de vivir.” (León-Portilla, 2011, Vol. II, T. II, Canto LXXXVI, Pp. 1064-1075. Información entre paréntesis nuestra, información entre corches de las notas a pie de página, pero al margen del manuscrito original, P, 1222.)

Está batalla también fue recordada por los texcocanos, quienes combatieron en las filas de Axayácatl. En la Relación Geográfica de esa ciudad, elaborada en 1579, se mencionó sobre las guerras mexicas que:

“Las demás guerras y conquistas que tenían antes q[ue] los españoles viniesen eran pocas, porq[ue], como se ha dicho, tenían toda la tierra casi sujeta, salvo a Michhuacan, porq[ue], como nación valerosa y de gran provincia, no pudieron sujetarla, antes vinieron de allá rompidos una vez que intentaron entrar en ella; pero, [to]do el resto desta Nueva España, hasta cerca de Guatemala, tenían llano y sujeto.” (Acuña, 1986, T. III, núm. 8, P. 92).

Cervera Obregón ha mencionado que en los debates académicos y neófitos, se ha sobredimensionado el uso de armas de cobre por parte de los tarascos, como factor decisivo para haber obtenido la victoria. El cobre fue usado para elaborar ciertos tipos de armamento, pero como bien lo señala Cervera Obregón, los tarascos no tuvieron la capacidad material para armar un ejército de 40,000 guerreros con armas de este metal. Dos aspectos fundamentales para entender la victoria tarasca sobre los mexicas son: 1) la superioridad numérica que mencionan las fuentes, y 2) el conocimiento y uso del terrero por parte de los tarascos como parte defensora (Cervera Obregón, 2011, Pp. 203-209). Teniendo en cuenta esto, podemos observar cómo esta campaña mexica fue un aventurismo precipitado por parte de la clase dominante mexica, que como resultado inclinó la balanza a favor de los tarascos desde el inicio de las guerras tarasco-mexicas.

Imagen 6. “Artefactos prehispánicos de bronce con aleación de estaño: dos hachas, quizá también usadas para la guerra, punta de lanza laminada y con orificios para el combate cuerpo a cuerpo y tarequa o “coa o palo de cavar tierra” […]”, Museo del Estado, Morelia, Secretaría de Cultura de Michoacán” (Paredes Martínez, 2017, 193).

Las consecuencias después de la campaña

Con el ejército mexica aniquilado y el mito de su invencibilidad acabado, el prestigio de Tzitzíspandácuare se elevó por los cielos. Después del enfrentamiento, los movimientos migratorios de pueblos otomís, matlatzincas y mazahuas aumentaron. Varios pueblos del valle de Toluca migraron en masa al Tzintzuntzan Irechequa para 1479, huyendo de los maltratos y excesos de tributo mexicas: los matlatzincas poblaron lugares como Charo, Guayangareo y Huetamo; un grupo de otomíes cuyo señor se llamaba “Timax”, huyó del yugo mexica y se ofreció como vasallo del cazonci, quien les dio tierras en Taimeo; otro grupo de otomíes al mando del señor “Ucelo Apanze” se ofreció como vasallo del cazonci, asentándose en Necotlán, hoy Santiago Undameo (Véanse las Relaciones Geográficas de esos lugares en Acuña, 1987). Estos pueblos buscaron la protección militar de los tarascos a cambio de pagar tributos, acrecentar las flechas de Curícaueri (es decir el número de sus huestes), y luchar contra los mexicas y sus aliados, incluyendo a sus familiares del otro lado de la frontera.

La conformación de una frontera de guerra inició y se extendió más de 240 km., desde Acámbaro en el Estado de Guanajuato hasta Tetela del Río en el Estado de Guerrero, erigiéndose una serie de fortalezas y guarniciones, cuya materialización fue el aprovechamiento del terreno montañoso entre las cuencas de Pátzcuaro y Texcoco. Se erigieron una cadena de fortalezas que se extendió a ambos lados de la frontera en las décadas siguientes. Carlos Herrejón Peredo mencionó que del lado tarasco, los asentamientos principales con guarniciones o fortificaciones fueron, de Norte a Sur: Yuririapúndaro, Acámbaro, Maravatío, Taximaroa, Zitácuaro, Jungapeo, Susupuato, Tuzantla, Tiquicheo, Huetamo, Cutzamala, Pungarabato, Tlalchapa, y Ajuchitlán. Del lado mexica y de Norte a Sur, las guarniciones y fortificaciones más importantes se establecieron en Jilotepec, Timilpan, Xocotitlán, Ixtlahuaca, Villa Victoria, Valle de Bravo, Santo Tomás, Zacazonapan, Temascaltepec, Tejupilco, Amatepepec, Tlatlaya, Alahuixtlán, Ixcateopan, Teloloapan, Oztuma y Tetela del Río (Herrejón Peredo, 1978, Pp. 29-30). Tanto tarascos y mexicas, reforzaron las fronteras poblándolas con pueblos de distinto origen étnico y lingüístico, como los guamares, pames, otomís, mazahuas, pirinda-matlatzincas, chontales, cuitlatecos, chumbias, tolimecas y pantecas, para que resguardaran las fronteras y tuvieran la función de señoríos colchón.

Imagen 7. Principales fortalezas y guarniciones en la frontera tarasco-mexica (Hernández Rivero, 2004), modificación nuestra.

Uno de los descubrimientos arqueológicos más recientes en el oriente michoacano, es el sitio El Jazmín, municipio de Tuxpan. Ahí se encuentra un abrigo rocoso donde existe un palimpsesto de pintura rupestre única en Michoacán; su investigación e interpretación es un gran reto, pues existe una gran distancia cultural y temporal entre sus autores y nosotros. Destacan dos basamentos piramidales, en uno de ellos hay pigmento rojo en las escalinatas y lo que parece ser un cuerpo cayendo de ellas; entre ambos basamentos piramidales hay más de 40 representaciones antropómorfas armadas con porras, lanzas, arcos, chimales, y otros objetos. Existe la posibilidad que las pinturas sean anteriores a la era tarasca, pero no debe de olvidarse el carácter fronterizo de la región, que se conformó durante las guerras tarasco-mexicas. Es probable que la imagen esté representando una batalla histórica o mítica; recuérdese que la guerra, el ritual y el sacrificio iban de la mano en Mesoamérica. (Punzo; Martínez; Carvajal, 2021).

Imagen 8. Dibujo de la escena principal del sitio rupestre El Jazmín, Michoacán. Elaborado por Dante Bernardo Martínez Vázquez (Punzo; Martínez; Carvajal, 2021, P. 73).

Axayácatl, huey tlatoani que es recordado por haber sido derrotado por los tarascos, murió en 1481. En su lugar subió al trono su hermano Tízoc, quien emprendió guerras hacía otras direcciones y fue considerado como gobernante débil. Para 1484 el Códice de Huichapan menciona otra rebelión de los matlatzincas, que fueron a refugiarse a con los tarascos; durante los años seguiría habiendo batallas y escaramuzas, pero de poca magnitud. En 1486 murió Tízoc, su sucesor sería Ahuízotl, para su coronación, se prepararon grandes festejos, y se enviaron embajadores a los señores de las entidades políticas enemigas más importantes: Tlaxcala, Cholula, Huejotzingo, Metztitlán, Tlatlauquitepec, Zacatula, Yopitzingo, y Michoacán. Pero Tzitzíspandácuare rechazó ir, e incluso se mofó de los mensajeros, pues les dijo:

“”El otro rrey, Axayaca, ¿cómo tomó atreuimiento de osar poner los pies en estos mis rreynos? ¿Cómo dexó aquí muertos a todo su ynperio, [que] si no huyeran, nenguno quedara a bida? Y con esto bolueos, que no quiero yr allá” E paresçe se condolieron de nosotros. Porque sus guardias no nos matasen, nos binieron a dexar hasta mitad del monte». Y este es n[uest]ro mensaje de la parte de Mechuacan.” (Tezozómoc, s/f. [1598], Cap. 66, P. 281-282.)

Sin embargo, más adelante, se mencionó que después de una guerra para celebrar la coronación, los mexicas volvieron a enviar embajadas a los señores enemigos, en está ocasión, Tzitzíspandácuare si envió una embajada a la coronación de Ahuízotl. Si este testimonio es confiable, podemos considerar entonces que Tzitzíspandácuare vivió por lo menos hasta 1486. El sucesor de Tzitzíspandácuare fue su hijo Zuangua, quien se encargó de mantener las fortalezas y guarniciones en la frontera tarasco-mexica. Para 1490 los mexicas iniciaron la conquista de la costa de Guerrero, intentando cercar la frontera tarasca, por lo cual los tarascos intensificaron los ataques a la fortaleza de Oztuma, que estuvo constantemente sitiada hasta tiempos de la Conquista. En 1502 murió el huey tlatoani Ahuízotl, y en su lugar quedo el más famoso de los gobernantes mexicas, su primo Moctezuma Xocoyotzin, quien se encontraba en el valle de Toluca defendiendo la frontera contra los tarascos. Él también preparo grandes festejos para su coronación, y mandó llamar embajadores de los señoríos enemigos más importantes, en esta ocasión, el cazonci Zuangua sí envió embajadores tarascos con presentes a México-Tenochtitlan a la ceremonia.

La derrota de los ejércitos de Moctezuma II en Michoacán de 1517

Tenemos noticia que durante el reinado del huey tlatoani Moctezuma II, se realizaron varias campañas para intentar debilitar o conquistar a los tarascos. Se menciona por ejemplo que un capitán texcocano llamado Teuchchimaltzin, con autorización del tlatoani de Texcoco, Nezahualpilli, consiguió capturar al señor de Zacatula llamado Yopicatl Atonal (Alva Ixtlilxóchitl, 1892 [1640], T. II, Cap. LXII, Pp. 279-281.). Con esto los mexicas lograron controlar una región muy rica e importante que había estado bajo dominio de los tarascos, y que ambicionaron reincorporar al Tzintzuntzan Irechequa. Pero por la lejanía y los frentes en los que los mexicas tenían que luchar, la conquista no duró mucho; cuando los españoles llegaron a Mesoamérica, Zacatula era un señorío independiente del dominio tarasco y mexica. Pero la campaña más importante fue la registrada por Diego Muñoz Camargo, que ocurrió hacía 1517, cuando Moctezuma II emprendió un ataque contra el Tzintzuntzan Irechequa, cuyo objetivo era conquistar a los tarascos y obtener plata y cobre, al mando de una parte del ejército se encontraba el famoso tlaxcalteca Tlahuicole, atacando las poblaciones de Taximaroa, Maravatío, Acámbaro, Ucareo y Tzinapécuaro. El siguiente párrafo es la referencia más completa sobre esta campaña:

“Y fue esta la ocasión que como Moctheuzoma andaba en pretensiones de entrar por tierras de los Tarascos Michoacanenses, a causa que le reconociesen con plata y cobre que poseían en mucha suma y los Mexicanos carecían de ella, pretendió por fuerza conquistar alguna parte de los Tarascos. Mas como Catzonsi en aquellos tiempos reinaba, y fuese tan cuidadoso de conservar lo que sus antecesores habían ganado y sustentado, jamás se descuidó en cosa alguna; y así fue, que hecha una muy gruesa armada por los Mexicanos, al dicho Tlahuicole, prisionero de Tlaxcala, se le encargó por parte de Moctheuzoma, la mayor parte de esta armada, para hacer esta tan famosa entrada a los Michoacanenses, la cual se hizo con innumerables gentes, y fueron a combatir las primeras provincias fronteras de Michoacan que son las de Tacimaloyan que los españoles llaman Taximaloa, Maravatío y Acámbaro, Oquario [¿Ocurio o Ucareo?] y Tzinapécuaro. Aunque esta tan grande entrada se hizo a costa de muchas gentes, que en ella, murió de la una parte y de la otra, que puso terrible espanto a los Michoacanenses, aunque no les pudieron entrar ni ganar cosa alguna de su tierra, a lo menos trajeron los Mexicanos plata y cobre de la que pudieron robar en algunos reencuentros y alcances que hicieron en seis meses que duró la guerra, en la cual Tlahuicole hizo por su persona grandes hechos y muy temerarios, ganó entre los Mexicanos eterna fama de valiente y extremado capitán.” (Muñoz Camargo, 1892 [¿1592?] Lib. I, Cap. XV, Pp. 126-27)

Esta cita es de las pocas que mencionan que los tarascos hayan sentido “terrible espanto” de un una embestida mexica, ya que generalmente son mencionados como valientes, bravos, y que hacen ardides. El cronista franciscano Alonso de la Rea escribió en 1643, que como testimonio de la cantidad de gente que murió en esta campaña de Moctezuma II, lo siguiente:

“Y si no, recurramos a los huesos que hoy se ven entre Maravatío y Tzitáquaro, cuyas memorias están representando la más ilustre victoria que tuvo el rey de Mechoacan ni alcanzó ningún monarca, contra el supremo Moctezuma, pues cuando más colérico y picado de los encuentros pasados descansa en medio de ellos, como el monte en medio de los huracanes, hasta que el rumor de nuevas invasiones le alteró, y alterado juntó gente, alistó cuadrillas y crió el más numerosos ejército que hasta entonces se había visto, cuyas ventajas pusieron en cuidado a la corona de Mechoacan; porque la gente que podría enviar a su resistencia no equivalía en la tercera parte, y así se valió de sus ardides, en que era tan valiente como por las manos. Y fue el caso que mandó juntar infinito bastimento de comida y de bebida, con tanta abundancia que no faltase; y marchando el campo hacia el del emperador, al hacerle rostro, en vez de plantar el ejército, sitiar los estandartes y levantar los pabellones, fueron tendiendo la comida y la bebida por todo el lienzo que cogía la copia militar de México; y al embestirles, dieron en correr los tarascos, fingiéndose fugitivos al horror de Moctezuma, y los mexicanos a seguirlos; cuando, de improviso, dieron en la comida y bebida; ellos, más hambrientos que belicosos, se dieron a ella, sin prevenir la cautela, y cuando más descuidados, revolvieron los tarascos y los desbarataron. Murieron infinitos y prendieron muchos tecos y matlaltzingas, de quienes se fundó el pueblo de Charó […] Donde veremos el estrago que hizo una cautela contra las mayores fuerzas, fingiéndose fugitivos los tarascos, para volver a acometer, rendir y debelar a su contrario. […] Como los mexicanos que, siguiendo el alance del tarasco fugitivo, no cuida del ardid fraguado y, cuando se ve en él, parece miserablemente, quedando la victoria por el rey de Mechoacan, por ardidoso y por valiente.” (Rea, 1996 [1623], Lib. I, Cap. VIII, Pp. 77-79)

Esta derrota de los ejércitos de Moctezuma II, inclinó aún más la balanza a favor de los tarascos al final de la época prehispánica, pues se menciona que lograron colocar una guarnición a una distancia de 7 o 9 leguas de Ixtlahuaca, lo que indica que los tarascos ya estaban arrebatando terreno a los mexicas en el valle de Toluca, e intensificaron el asedio a la fortaleza mexica de Oztuma, en Tierra Caliente. Carlos Herrejón Peredo, después de analizar las fuentes sobre esta  batalla menciona que:

“sopesando, pues, todos los testimonios, nos inclinamos a creer que la expedición, a cargo del tlaxcalteca, consistió en una serie de incursiones con variada suerte para ambas partes, pero cuyo saldo final estuvo a favor de los mechoacanos. Así, resulta más coherente el panorama que ofrece la pugna a raíz de estos tiempos: los tarascos toman la ofensiva, amagando los fuertes mexicas del sur y llegando hasta las inmediaciones de Ixtlahuaca. De modo especial el complejo de Ostuma fue objeto de insistentes ataques y hacía el final de los imperios, los de Michoacán habían ganado todos sus baluartes, menos el principal, puesto en asedio.” (Herrejón Peredo, 1978, Pp. 37-38)

Imagen 9. Guerrero noble tarasco de la orden kangáriecha (“valiente hombre”), asociados al planeta Venus, llamado por los tarascos como Kangari joskua (“Estrella Valiente”), al que probablemente imitaban, al ser los primeros en presentarse en batalla y los últimos en retirarse. Ilustración de Luis Armando de la Luz Alarcón y Vladimir Gómez Gutiérrez. (Carvajal Medina, 2020).

Las últimas campañas de Zuangua contra los mexicas (1517-1521)

Si las fuentes sobre la última gran ofensiva mexica contra los tarascos son escasas, menos son los datos que pueden encontrarse sobre la ventaja adquirida por los tarascos al desenlace de esta, pero como comenta Herrejón Peredo, los tarascos tomaron la iniciativa y lograron avances importantes en territorio enemigo, pero ya tardíamente, justo antes o durante la presencia española en Mesoamérica. En la Información de los méritos y servicios de don Antonio Huitziméngari, 1553-1554, quedaron varios testimonios que mencionan la ventaja tarasca sobre los mexicas; en 1553, Diego Hernández Nieto, vecino de la ciudad de México que estuvo mucho tiempo en Michoacán, declaró que:

“…oyó decir a muchos de los naturales de México, antiguos, cómo tenían por gente muy belicosa e valiente y para mucho a los de la provincia de Michoacán, de que entre las guerras que entre ellos había habido, antes que viniesen los españoles, los de Michoacán habían llevado lo mejor…” (Aguilar y Afanador, 2018, P. 169)

Una de las preguntas del mismo documento pedía contestar sí los testigos sabían que “el dicho Cazonci fue Rey y señor legítimo de toda la tierra e provincia tarasca hasta delante de Culiacán [en Guanajuato], que son más de trescientas leguas de señorío y por la parte de México, fue señor hasta cerca de Toluca donde tenía su guarnición contra Moctezuma y los señores de México, con quien tenía continua guerra.” (Ibíd., P. 116) Juan de Villagómez, vecino de la ciudad de México, contesto que “el dicho Cazonci fue señor y Rey de toda la provincia de Michoacán, y que tenia gente de guarnición contra Moctezuma la parte de Toluca y en otras partes…”. (Ibíd., P. 142) El doctor Frías de Albornoz, abogado de la Real Audiencia de México, declaró que sobre Tangáxoan Tzintzincha que:

“…por cosa notoria le han informado a este testigo personas de quien lo a inquirido, que tenia guarnición de gente contra Moctezuma, siete leguas de la cabecera de México en el Valle de Toluca que es más de treinta leguas de la cabecera de su señorío [Tzintzuntzan], y que allí la tenía a pesar de Moctezuma y de su gente que contra él no tenía resistencia, siendo notorio, que por la parte de Oaxaca contra los Mixtecos tenia guarniciones, ochenta leguas y ciento de México, en el peñol de Cuilapa, que es una o dos leguas de Oaxaca, y en Cuestalavaca y en Teguantepeque y en otras muchas partes allí comarcanas, porque esta gente era menos valiente que los tarascos, y por eso, les era más fácil ofender a aquellos lejos de su casa que defenderse del Cazonci en su propia casa” (Ibíd., P. 183)

La mayoría de los testigos mencionaron que el cazonci tenía una guarnición cerca de Toluca. Esta guarnición estuvo cerca de Ixtlahuaca (debido a las distancias mencionadas, entre 7 u 9 leguas), entre 1517 y 1521. Recuérdese que Boturini cuando mencionó los límites territoriales del Tzintzuntzan Irechequa, dijo que “fue en su gentilidad este reino [de Michuacan] muy poderoso; partía sus confines con los de México en Ixtlahuacan, distrito de Toluca, y de allí hasta la Mar del Sur, extendiéndose ciento cincuenta leguas; y desde la provincia de Zacatula, atravesando hacía el norte hasta Zichú…” (Boturini, 2007 [1746], P. 154).

También para finales de la época prehispánica, los tarascos mantenían un férreo sitio a la fortaleza de Oztuma (estuvo bajo sitio durante varios años de forma intermitentemente); la Relación Geográfica de la región mencionó que “y dicen que, cuando se sonó q[ue] había españoles en la tierra, tenían ganado los de Mechoacan todas las fuerzas, fuera [de] la principal, q[ue] los tenían allí retraídos. Y esto fue, como sup[ier]on que MOTEZUMA estaba preso,” es decir en 1520, pero líneas atrás, Lucas Pinto, autor de dicha Relación Geográfica proporcionó un dato muy importante, y es que “des[de e]ste fuerte, hacían la guerra a los de Mechoacan y, muchas veces, los cercaban y les ganaban algunas trinche[r]as y fosos, y vez hubo q[ue] tuvieron ganado hasta el fuerte principal, y tomadas más de cinco cercas y cavas.” Este pasaje se ha interpretado como que los tarascos lograron conquistar la fortaleza de Oztuma, que “era la más principal fuerza q[ue] los mexicanos tenían en todas las fronteras de Mechuacan” (Acuña, 1986, T. I, núm. 6, Pp. 291 y 286. Mayúsculas, corchetes y cursivas originales); para el caso tarasco, la principal fortaleza tarasca en la frontera era Taximaroa, que contaba con una muralla de troncos de encino, que medía 3.8 m. de altura, y 1.9 m. de anchura.

El fin de las guerras tarasco-mexicas

En 1519 un ejército expedicionario español al mando de Hernán Cortés desembarcó en las costas de Veracruz, quien marchó a México-Tenochtitlán y capturó a Moctezuma II; para este tiempo los tarascos capturaron la fortaleza de Oztuma, con lo que tuvieron las puertas abiertas para conquistar la Tierra Caliente del actual Estado de Guerrero. Los mexicas enviaron varias embajadas a Tzintzuntzan para pedir ayuda a los tarascos contra los españoles, pero los tarascos desconfiaron, debido a la enemistad histórica; aunque sí enviaron embajadas y espías para saber quiénes eran los extraños recién llegados. Los mensajeros que visitaron a los tarascos contagiaron de viruelas a los nobles tarascos, y en 1520 murió el cazonci Zuangua, subiendo al trono su hijo Tzintzincha Tangáxoan que sería el último cazonci, muriendo años después el 14 de febrero de 1530, mismo mes que la muerte de Cuauhtémoc en 1525. El 13 de agosto de 1521 y después de un prolongado sitio, México-Tenochtitlán fue tomada por las tropas de Hernán Cortés. Un año más tarde, el 25 de julio de 1522, el Tzintzuntzan Irechequa fue conquistado “pacíficamente” por las huestes al mando de unos de los capitanes de Hernán Cortés, Cristóbal de Olid. La conquista por  parte de los españoles de las dos potencias mesoamericanas del Posclásico Tardío, con capitales en Tzintzuntzan y México-Tenochtitlán, indicaría el fin de las guerras tarasco-mexicas, dando paso a un nuevo período en la milenaria historia indígena.

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