Sábado 16 de noviembre, del año que transcurre y que comienza a declinar. Llegamos a Comachuén, al festejo a Tatá Leo, al que nos invitó amablemente Pablo Sebastián, hijo el homenajeado.

Mucho me temía no poder acompañar, pues mi salud ha andado quebrantada, pero eran tantas las ganas de ir, que logré sobreponerme y convencer a mi esposo de llevarme, así que bien pertrechada contra el frío que siempre hace ahí, salimos.

Siempre me sorprende en Comachuén la organización de sus eventos y actividades, he visto un gran compañerismo y solidaridad, lo que les permite hacer bien las cosas y lograr buenos resultados. De entrada, percibí algo muy íntimo de la comunidad. Poca, muy poca gente de fuera, estaba desperdigada entre el público, pero el grueso de los presentes congregados en el auditorio (antigua cancha de básquet bol), eran los pobladores, vecinos, amigos y familiares de los homenajeados.

Ya de entrada el motivo de festejo me pareció algo muy digno, surgido como idea de los jóvenes del pueblo, porque en principio se pensó homenajear en vida a un músico con trayectoria y reconocimiento, a Tatá Leodegario Sebastián, llamado familiarmente Tatá Leo, quien con su iniciativa logró revitalizar a la banda de viento La Asunción, a estas alturas con varias generaciones de músicos. Los organizadores pensaron atinadamente, hacer extensivo el festejo y reconocimiento a los músicos de dos generaciones, miembros también de la mencionada banda, así como a un pireri que en su tiempo con su grupo Xangareros, seguramente enamoraron a más de veinte muchachas del pueblo con sus bellas interpretaciones. Me refiero a Gildardo Avilés.

Muy emotivo fue ver acercarse a la mesa a señores músicos de avanzada edad, a recibir el modesto reconocimiento a su labor. En mis adentros pensé que realmente, esto era lo visible, pero lo verdaderamente importante y valioso, es que la gente en general, los jóvenes, los niños, hayan sido testigos del hecho, y con su presencia lo avalaran, porque en el concepto cultural ser músico hasta no hace mucho tiempo, causaba cierto desinterés, incluso se pensaba que no era tan bueno serlo, porque generalmente se asociaba a ser borracho y por consecuencia, desobligado en el hogar.

También existe la idea de que los músicos solo servimos para divertir (me incluyo en el gremio porque, no solo he sido pireri y pulsadora de guitarra, ya que en otra época toqué clarinete y piano), de ahí que cuando se contrataba una banda u orquesta para cubrir alguna celebración, según el cobro, así debería ser la exigencia de los que contratan - para que los músicos desquiten bien la paga- siendo conocidas infinidad de historias narradas por músicos que aún les tocó sufrir abusos terribles y que llegaron a preferir no firmar contratos en donde era bien conocida esa conducta explotadora y abusiva. Pero me desvío…. Por lo que retomo la importancia de atestiguar que los músicos también pueden ser motivo de reconocimiento y homenaje, cómo aquí fue el caso, y porque como bien se mencionó por los conductores del programa, la gente sabe bien, cuánto les han alegrado la vida a todos en fiestas y celebraciones, así que en el fondo y la memoria, si existe el agradecimiento general.

Tengo presente a Tata Leo, muy joven, asistiendo a los cursos para directores de bandas, que en su tiempo llegó a promover el Centro de Investigación de la Cultura P’urhépecha de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y que se realizaron en varias comunidades P’urhépecha, particularmente en Tingambato; supe también que no sólo es ejecutante músico, director, sino compositor de una diversidad de obra –cómo lo han sido nuestros buenos músicos en diferentes tiempos- y creador de bellas pirekuas. Supo en su momento también, enseñar y conducir a sus hijos en el arte de la música, y hasta la fecha, sigue enseñando a jovencitos en Comachuén a conocer y pulsar instrumentos musicales, o sea, K’eri Kustaticha! Así, dentro de toda su sencillez y k'urátsekua, sin necesidad de pregonar a los cuatro vientos lo que sabe hacer y ha hecho toda su vida, porque ese, fue su destino, como lo es el destino de los músicos en el pueblo, siempre cumpliendo con su trabajo de día, de noche, con frío, calor o lluvia intensa, tocando, porque además, al tocar, el corazón libera las emociones que se traigan acumuladas, ¡por eso es bueno ser músico!

Estuvieron presentes en el acto, la banda la Asunción, interpretando obra del homenajeado, los pireris, la sombra de los Chapas y Tanimu mintsita, ambos de Comachuén. El ensamble Quasars de Tingambato, los Viejos de Charapan que hicieron gala de buenos danzantes, cuando el conjunto musical acompañante, tocó sin micrófonos; de entrada se vio cierto desconcierto en los danzantes, pero rápidamente entraron en lo suyo, bailando mesuradamente, como de veras se veía bailar en los pueblos hace unos 30 años atrás, bello! Una danza de Kurpites y un barrio de Uruapan. Nos sumamos al festejo cantando dos pirekuas acompañada por mi actual compañero músico y requinto, el maestro Carlos Villanueva, también de Tingambato. Tata Leo, muy emocionado.

Al término del evento, como es la costumbre, fuimos todos invitados a la casa familiar de tata Leo, a cenar delicioso pozole, cerrando esta convivencia un duelo de piréris entre Tanímu Mintsita y la sombra, de manera muy discreta, tal como se sigue acostumbrando en Comachuén. Por regresar a Tingambato de noche ya no nos tocó ver, pero, seguramente el duelo de piréris llegó hasta el amanecer con el canto de los gallos, en la continuación del festejo tan merecido a los compositores y músicos de esta comunidad serrana.

___________
Nana Rocío Próspero Maldonado