Era una vez en una comunidad de la Meseta Purépecha que paso esta historia, eran dos grandes amigos que se conocieron desde infancia, juntos crecieron y trabajaron, a uno le llamaban el gavilán y el otro se llamaba Sebastián, ambos paisanos, siempre se les veía junto, hasta que el segundo decidió salir a estudiar fuera de su comunidad. Así pasaron algunos años, cuando Sebastián regreso a tomarse unas vacaciones y al llegar a su casa y al estar con sus familia, no tardo en preguntar por su gran amigo entrañable el “gavilán”, Sebastián estaba estudiando para sacerdote, es decir, su formación estaba consagrada a la fe y a Dios, por eso sus padres se quedaron mirando cuando su hijo pregunto por su viejo amigo.

Sebastián, salió en busca de su propio amigo y pregunto en su caza por él y su familia le respondió apenado que a su amigo lo encontrarían en las calles, sin preguntar más siguió buscándolo, hasta que a lo lejos en una esquina vio a una persona sentada con su sombrero tirado, Sebastián, nunca se imagino encontrar en este estado a su mejor amigo; quien le enseño el cómo trabajar en el campo, y la importancia de la vida y la familia, y que ahora estuviera tirado en el vicio, lo despertó y le hablo, su amigo al reconocerlo lo abrazo y lloro como un niño al reencontrar a su gran amigo; el gavilán después respiro profundó y le dijo que gusto que estés aquí, mira como me encuentras a mí, y usted todo un hombre de letras, lo último que supe de ti que estabas estudiando para sacerdote, y no sabes cuánto me has hecho falta y lo bueno que ya regresaste para que rescates a esta alma de Dios que lo persiguen y lo acechan las fuerzas malignas de las tinieblas.

Sebastián, le dio riza estaba lejos de creer esas cosas y se abrazaron y como que ambos se leyeron la mente, el “gavilán” le dice hoy es la fiesta patronal de la comunidad vecina vamos, optaron en ir los dos que abría que festejar el rencuentro como en los viejos tiempos. Se divirtieron sin distingos, comieron, bailaron, escucharon música bebieron un poco, ya el sol estaba próximo a meterse cuando sus paisanos les pidieron que se subieran ya que no había carros para irse después, y fue así que los dos amigos se acomodaron porque aquella camioneta iba lleno para ya regresar a su comunidad, todo era riza, y platica ya casi por llegar el gavilán se bajo de la camioneta de manera extraña y abrupta, Sebastián hizo lo mismo, mientras aquella camioneta no bajaba de la velocidad, lo tomo del brazo y le reclamo el porqué se había bajado de esa forma, el gavilán avanzaba sin decir nada, mientras decía ¡que se vaya, dile que se vaya! ¿a quién? Esta persona que va delante de nosotros su amigo nomas no veía a nadie.

Sebastián, pensó en dejarlo porque su amigo se tiro en el camino, y de allí ya no quiso levantarse se había separado de algunos metros de su amigo pero pensó ¿si ya lo he traído de lejos porque ahora habría que dejarlo?, fu así que se regreso por él y al tomarlo de su brazo, increíblemente “un perro negro”, se desprendió de él, Sebastián no lo podía creer lo que estaba viendo, él como aquel animal se alejaba de su viejo amigo, con una mirada de fuego, por un instante el seminarista se quedo paralizado por un instante, y fue que su amigo rompió el silencio, ¡corre mi hermano, corre lo más que puedas!, ambos lo hicieron, aquel amigo que no quería avanzar era quien llevaba la delantera, y decía que los venía siguiendo, así llegaron a sus casas por separado, sin que pudiera explicarles a su familia lo que les había pasado.

En la madrugada las campanas de aquella comunidad despertó a Sebastián, y se levanto rápidamente y le pregunto a su familia que fue eso, que quien había fallecido, su familia mirándolo le avisaron que el que había fallecido en su casa fue su gran amigo, mejor conocido como el gavilán, Sebastián si no creía en otras fuerzas, ahora estaba más convencido de que el mal existe, en silencio, se culpo no pude ayudarte mi hermano “me decías, que te andaban siguiendo, y no te creí, vine a visitarte más nunca me imagine que viniera acompañarte por última vez”.

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Escribió Tatá Raúl Cruz Sebastián.