Por: Raúl Cruz Sebastián.





Tenemos pleno conocimiento de la polémica que ha desatado en nuestro país temas como la interculturalidad, el multiculturalismo, que hacen referencias del derecho a las autonomías de las culturas indígenas, esto ha encontrado reacción en sectores conservadores y los que ostentan el poder. Estos reclamos respecto al derecho a la diferencia es una cuestión histórica y generalizada de todas las culturas del mundo; conforme avanzan los sistemas económicos las sociedades se va profundizando eso de las desigualdades sociales. Al poder económico no le interesa la forma de vida, el pensamiento, el vestido, el idioma para ellos nada de eso vale mientras nos sean trasformados en mercancías y tengan un valor monetario, por eso buscan en convertirlos en eso y si no hay que eliminarlos. Crean carreteras no para que transité los servicios de medicamentos, alimentos, sino para que circule el capital y así puedan consolidar sus proyectos perversos que diseñan unilateralmente y no respetando a sus dueños originarios.





Pero nuestro mundo actual se ha globalizado. Por el planeta circulan las mercancías, los capitales y la información, prácticamente sin restricciones. Se han universalizado las modas y los estilos de vida, se ha restringido notoriamente la soberanía de los Estados nacionales, y se han trasformado rápidamente las fronteras de la legitimidad jurídica. Existe una tendencia creciente a universalizar de manera efectiva los derechos humanos, al abrirse la posibilidad de juzgar a genocidas y a criminales contra la humanidad en los países distintos de aquellos donde cometieron sus crímenes. En un mundo así, ¿tiene sentido defender todavía el derecho a la diferencia de las culturas indígenas, o de otras culturas?[1]





La historia de los pueblos latinoamericanos involucra unas políticas que explícitamente encomiendan negar los derechos específicos de colectividades consideradas inferiores e incapaces de manejar sus propios asuntos, por el solo hecho de ser socio culturalmente diferente de los grupos dominantes. Detrás de esta caracterización de los diferentes se encuentran, en realidad, los intereses del despojo de recursos, de la explotación de la fuerza de trabajo, del control ideológico y de la dominación política. De ahí que los diversos proyectos clasistas que se encuentran desde el primer contacto de los invasores europeos con los pueblos aborígenes de América, supongan excluir cualquier posibilidad de autodeterminación para las etnias, colocadas así en sí situación subordinada.[2]





En una perspectiva histórica, la problemática étnica es incompresible fuera de los procesos que determinan el perfil de la sociedad en Hispanoamérica y que, en partículas, dan lugar a la aparición del Estado – Nación. Conviene advertir que con este concepto no hacemos referencia a cualquier organización sociopolítica, sino a una forma específica e históricamente determinada que configura a la nación moderna. A menudo en los análisis se incluyen nociones de “nación” que, sin hacerlo explicito, en realidad se están refiriendo a una gran variedad de formación sociopolítica. Este uso indiferenciado y caótico permite poner en el mismo plano a la nación moderna con otras “naciones” la “nacían” Maya, Zapoteca junto a los estados nacionales. Nos referimos aquí a los usos teóricos o científicos no a las dominaciones políticas que dan los pueblos las cuales son incuestionables.[3]





Como lo ha indicado Nauarì, el Estado-nación no expresa simplemente la continuidad de las anteriores formaciones sociales “se trata de la historia de su destrucción y de su sustitución por nuevos contenidos, ideas y tipos de relaciones sociales. Ello implica vastas trasformaciones es que corresponden a una etapa histórica que hacen de la nación moderna un fenómeno que debe distinguirse de otras formas de organización anteriores de las que el Estado nacional es a menudo la negación.[4]





Conforme hemos revisado este tema de las autonomías efectivamente esta corriente filosófica debemos de admitirlo no ha surgido en México, sino que nos dicen los estudiosos que ha surgido de Rusia, en la Antigua Unión Soviética, cuando estaban organizando a los llamados Soviets, hablaban de la necesidad y la urgencia de autodeterminación de estos pueblos. Después de esta tendencia llego a España, entonces este país es una de las naciones que más han experimentado como una necesidad social. A raíz de las arbitrariedades y los abusos del franquismo donde buscaron homogenizar. Como lo han expresado algunos analistas, lo anterior, se resume en el hecho de que los Estados Nacionales de Europa Occidental se conforman a finales del siglo XVIII, y sobre todo durante el siglo XIX, según un proceso que operó. Como regla, de abajo hacia arriba. Esto no significa que es esa fase el papel del estado en la formación de la sociedad nacional no ha sido significado.[5]





El proceso que conduce a los dirigentes de los nuevos Estados Nacionales a negar validez a las sociedades indígenas, incluso a considerarlas un obstáculo para la afirmación nacional y para el proceso, es complejo y diverso en concordancia con las diferentes condiciones internas de emergencias nacional.[6]




Es evidente la existencia de dos tendencias en el país; uno de ellos es del Estado institucional, donde no ven con buenos ojos esta propuesta social, y falazmente argumentan que es una actitud separatista y buscan balcanizar al país, los indígenas quieren otra nación de otra. El otro es que se escucha mucho en los cursos académicos, que en los últimos años a ¿los pueblos indígenas les han dado una atención privilegiada y porque no les “este mismo privilegio” a otros sectores? En estos dos aspecto diferimos por que primero las autonomías no buscan separase del país sino que al contrario, aunque parezca paradójico buscan fortalecer y consolidar la unidad nacional donde se respete la diversidad y la pluralidades de culturas indígenas. En el caso concreto de nuestro país, este concepto es introducido por el filosofo Vicente Lombardo Toledano, un intelectual, que en sus diversos viajes a Rusia se dio cuenta de este proyecto y lo propuso aquí en México.





Desde aquí los diferentes intelectuales y abogados lo trataron como estudio, incluso algunos gobiernos lo pretendían llevar acabo, sin embargo, es complejo llevar algo a concretizarlo mientras no se de el interés y sean contraproducente para la clase dominante del cual ha estado llevando a la practica en la convivencia, y en la forma de organización, quizás no del todo bien, pero para ello se legisle y se concretice en unas leyes, por lo cual han emprendido estos diferentes movimientos, unos locales y otras de carácter nacionales. Pero han encontrado diferentes obstáculos que se levantan con estos reclamos y crean instituciones de gobierno, todos en una lógica de los indigenismos.





¿EL INDIGENISMO ES AUN VIGENTE?




La política indigenista es cada vez menos la suma de las acciones persecutorias de los ataques directos a la diferencia, y cada vez más el conjunto de las imágenes socioculturales desplegadas por el Estado nacional y los aparatos de hegemonía para atraer, desplazar y disolver a los grupos diferentes.[7] Sin embargo, nos encontramos con una política que no negamos su contribución social hacia los pueblos indígenas, esto ha hecho a minimizar al indígena como alguien que carece de racionalidad y que ocupa de alguien que le ayude, al igual que en la antropología lo ven como una pieza arqueológica. El indigenismo del siglo XX deriva de muchos elementos de este previo y largo proceso de recomposición y ajustes constantes entre las sociedades dominantes y las resistencias agrarias y culturales de los pueblos indios.





En el siglo XX continuaron vivos muchos rasgos característicos del pasado en el sometimiento de los pueblos y sus propiedades y en la implantación de trabajos forzosos. Pero también ocurrieron trasformaciones importantes en al menos tres grandes campos; la educación, y la cuestión agraria y el concepto de su integración a partir de una visión sustentablemente nueva. Los pueblos indígenas reaccionaron de diferente manera a estos proyectos; podemos hablar de corrientes y en ocasiones contradictorios entre el gobierno y la sociedad nacional, que también opuso límites a tales acciones y que igualmente forma parte de este proceso cambiante y complejo de las “política de indios” o políticas “indigenistas”.[8]





Esto nos permite ver la política que es el indigenismo hacia los pueblos y hoy día ha sido ya rebasado por esta reivindicación que han emprendido los pueblos indígenas y que ven la necesidad de organizarse. En la pertenencia a un grupo lo que cuenta es ser del grupo, sentirse arropado e identificado con él; en la participación lo importante son los objetivos que pretendemos lograr por medio de la incorporación al grupo; si no los conseguimos lo dejamos. Todos los individuos tenemos necesidad de sentir que pertenecemos a algo, que somos incondicionales de algo, sea una corporación muy importante o algo trivial. Eso nos da seguridad, nos estabiliza, nos define ante nosotros mismos, nos brinda algunas referencias firmes en las que confiar, aunque tal pertenecía a menudo no haga sufrir o nos imponga sacrificios.[9]





Los humanos inventamos formas de sociedad diversos, trasformamos la sociedad en que hemos nacido y en la vida y en la que vivieron nuestros padres, hacemos experimentos organizativos nunca antes intentados, en una palabra; no sólo repetimos los gestos de los demás y obedecemos las normas de nuestro grupo (como hace cualquier otro animal que se respete) sino que, llegando el caso, desobedecemos, nos rebelamos, violamos las rutinas y las normas establecidas, armaban un fallón que para qué. Lo que quería decir Aristóteles, tan formalito como creíamos que era, es que el hombre es el único animal capaz de sublevarse.[10] Todo esto lo ha venido estudiando pensadores que abordan desde la naturaleza humana durante la historia.





¿QUÉ ES LA AUTONOMÍA?




Por ello no nos debe sorprender que los pueblos indígenas busquen organizarse, sublevarse en contra de un orden que los tiene olvidados en el abandono y en la pobreza. El maestro Luis Villoro, define así la autonomía: se refiere a una voluntad que sigue las normas que ella misma dicta y no las promulgadas por otros. No difiere del concepto de “libre determinación” aplicado al sujeto moral. Pero en el campo de las relaciones políticas “autonomía” ha adquirido, de hecho otro sentido. Se refiere a un grupo social o a una institución que tiene el derecho de dictar sus propias reglas, dentro de un ámbito limitado de competencia.[11]





Entendemos el concepto de autonomía de la siguiente manera. A: Un agente individual es autónomo si y solo sí: Cada vez que ejecutan una acción o que pudiendo actuar de cierta manera se abstiene de hacerlo, lo que hace por decisión propia. Una decisión es propia si la persona examina las razones y los motivos por lo cuales actúan, o se abstiene de actuar, y le parece aceptado. Cuando actúa, o se abstiene de actuar, lo hace de acuerdo con deseos, preferencias y fines que han formado en un proceso de reflexión crítica, o que ha tenido que aceptar por el agente se identifica con esos deseos, fines y preferencias; que los considera realmente suyos y no impuestos. Este es la autonomía como autenticidad. Sus acciones o su inacción obedecen a regla y normas que el agente ha tenido aceptar tras un análisis crítico de estas.[12]





Por otro lado encontramos “siendo un régimen demandado y escogido por las propias colectividades de que se trata, resulta que la autonomía es un sistema por medio del cual los grupos socioculturales ejercen el derecho a la autodeterminación. La autonomía sintetiza y articula políticamente el conjunto de reivindicaciones que plantean los grupos étnicos. En tal virtud, puede decirse que la autonomía es la demanda madre de esos conglomerados.[13]





Entonces el Zapatismo es el contra-argumento del indigenismo, que cuestiona, que persuade esta posición ideología del Estado que es el indigenismo. ¿O cómo se le puede llamar a este nuevo movimiento indígena nacional que exige que le salden esa deuda histórica al poder? Hemos visto que el neozapatismo, como lo llaman algunos, su movimiento, sus pasos lo están llevando con mucha cautela y precaución, siempre tendría un nuevo movimiento y acción que harán que sigan vivos sus demandas independientemente de la participación mediática de algunos medios de comunicación.





CONCLUSIONES.




La instauración de una política multicultural adecuada en México requiere un largo proyecto de transformaciones políticas, sociales y culturales. Para que estos puedan darse es necesario un cambio es nuestra concepción del Estado, y en el Estado mismo. También se requiere una disposición al cambio por parte de las diversos culturas que pretenden participar en el desarrollo del proyecto multicultural; pero es menester comenzar por un cambio en la concepción misma del multiculturalismo”.[14]





Así aquí en México el EZLN cumplió su compromiso asumiendo y dejando a salvo las demandas centrales de los pueblos indios. Por lo demás, las arduas negociaciones arrogaron varios logros significativos; el gobierno admitía el carácter nacional, y no solo regional o chiapaneco, del programa indígenas; se vio obligado a cambiar su posición original de no discutir el tema de la autonomía, y finalmente acepto la necesidad de reformas constitucionales. Misma que no han sido reconocidos por el actúa gobierno federal.





Terminamos este trabajo con una parte de lo que nos deje el maestro Carlos Montemayor “Los que no somos indios hemos hablado siempre de los indios, hemos tratado de decir que son, qué no son, cómo son, qué piensan, que no piensan. No sabemos todavía en que medida la espiritualidad indígena ha estado ganando terreno con el paso del tiempo en lugar de estarlo perdiendo. Pero podemos afirmar, por los acontecimientos sociales de los inicios del siglo XXI, que el alzamiento de las comunidades indígenas de Chiapas el 1 de enero de 1994 no seria el último de los levantamientos armados de los pueblos indios de México. También a partir de sus nuevos escritores, que estos pueblos aun podrían decirnos cual es nuestro rostro profundo que nos resistimos.[15]





No hay que perder de vista estos últimos acontecimientos donde no debemos escatimar las fuerzas y las convicciones sociales y los diferentes esfuerzos que se están haciendo, como lo dirían algunos intelectuales mexicanos que el Movimiento Zapatista ha hecho mucho más que en 100 años realizo el gobierno federal por ello es fundamental la participación de todos y todas y estos son los viento que han llegado en la comunidad de Cherán en la lucha actual que se viene sosteniendo en esta Comunidad P'urhépecha del Estado de Michoacán en nuestros días.






Fuentes:


[1] León Olive. Multiculturalismo y Pluralismo, Editorial, México, Paidos, 1999, p 15.

[2] Héctor Díaz Polanco. Autonomía Regional, 2da Edición, México, Ed XXI, 1996, pag. 10.

[3] Ibid. P. 15, 16.

[4] Ibid. P, 16.

[5] Ibíd p. 21.

[6] Ibíd. P. 34.

[7] Ibíd. p. 97.

[8] Carlos Montemayor. Los pueblos indios de México hoy, México, Planeta Mexicana, 2000, p. 82 – 83.

[9] Fernando Savater. Política para Amador, México, Editorial Ariel, 2001, p.113.

[10] Ibid. Pp. 39 – 40.

[11] León Olivé Op. Cit. P. 201.

[12] Ibid. P. 202.

[13] Héctor Díaz Polanco. Op. Cit. P. 154.

[14] León Olivé. Op. Cit. P. 233.

[15] Carlos Montemayor. Op. Cit. 139.