Comunidad P'urhépecha de Chéran, Michoacán, México.
Por: Raúl Cruz Sebastián / Comachuén.

Hace unos 5 años visitaba con frecuencia a la comunidad de Chéran porque su servidor trabajaba en la Casa de la Cultura de la misma localidad, no únicamente desde esa vez constate el carácter fuerte y la sensibilidad en la amistad que tienen todos y todas las Cheranenses, la amistad y el respeto viene desde hace algunos años atrás de amigos y compañeros de escuela, desde en la secundaria.

En una mañana estuve sentando en una de las bancas que hay en el portal de la Presidencia Municipal, ya que allí quedamos en vernos con un amigo, en eso llega Nana Angelita, una mujer de 87 años, y empezamos a platicar ambos mirábamos a la dirección de la plaza y su iglesia que tienen, así el dialogo comenzó:

-Soy una mujer que ha vivido y visto muchas cosas en mi familia y en mi comunidad siempre he apoyado a todos en cada momento y cada circunstancia difícil que hemos enfrentado mi comunidad. Aquí todos me conocen pero también me tienen catalogada como una persona “entrometida”, porque siempre participo y pregunto, cuestiono a la gente pero más a las autoridades.

-Nana Angelita ¿Cuál es el momento social que tiene más presente en su vida?

-Fue una que nunca se me olvida y fue cuando el Ejército Mexicano se metió en mi pueblo, por allí en 1988, en un problema electoral que hubo en nuestro pueblo y en el Estado, los soldados se metieron violentamente golpeando y deteniendo a las personas quienes estábamos inconformes con ese fraude, no hubo de otra más que entrarle parejos porque todos estábamos en la plaza defendiendo las afueras de la comunidad. Tuve una amiga que también era muy activa y bonita pobrecita ya falleció, con ella juntas íbamos a todos lados.

-¿Cuáles eran las pretensiones de ustedes?

-Que no entraran, y que se salieran no tenían porque estar aquí nadie los había pedido porque si lo hacían no tan nos arrebataran la razón de nuestra inconformidad y movilización, sino que ya estábamos sufriendo los abusos de los militares, todas las mujeres ya no aguatábamos más, preguntábamos a los hombres de qué seguía como estrategias y nomás no nos respondían. Una ocasión fuimos a una comisión a la ciudad de Morelia para entrevistarnos con el gobernador y reclamarle el porqué se estaba portando de esa forma, éramos tres autobuses salimos muy animosas todos pero ya más o menos en la altura de Pátzcuaro nos detuvimos y nos asomamos por las ventanas del camión y sí eran muchos policías que nos pedían que nos bajaron a jaloneos, a los hombres los iban golpeando, en lo que a mí y mi amiga respeta nos llevaron por un monte y nos vendaron los ojos y nos amarraron y nos gritaban que nos iban a golpear y violar, nos hacían pasar unas víboras por nuestros cuellos, aquello era una situación espantosa, después nos soltaron a todos y nos regresamos a nuestra comunidad.

-¿Después que hicieron ante esta represión?

-Los que nos había pasado a nosotras a nadie se lo platicamos, solo nosotras sabíamos de lo sucedido, todos estamos muy desanimados e indignados la forma que nos estaban tratando, pero un día nos reportamos otra vez en la plaza temprano por que habían tocado las campañas en señal de alerta, y si el ejercito ya andaba paseándose por las calles del centro, sentí que en ese momento eso se había acabado, en eso escuche que alguien nos llamaba y al voltear y vimos a un señor que desde el campanario de la iglesia nos gritaba ¡no se ringan, no se dejen!, en lo que movía en señal de no su bastón, mi amiga se pregunto ¿Quién será ese señor nunca antes lo había visto en el plantón?, inmediatamente corrí donde estaba el micrófono y les dije a todos y a todas que calentáramos en grandes cazos y hoyas mucho agua caliente, y todo así lo hicimos y comenzamos a aventarles a los soldados, unos lo hacían desde sus domicilios, algunos desde la azoteas de sus casas y así logramos sacarlos de nuestro pueblo aquellas personas que lejos de cuidarnos nos golpeaban y nos reprimían.

Después mi amiga me pregunto qué de donde había salió la idea del agua caliente, mientras yo le respondí de aquel señor que vimos y ¿Quién era aquel señor? Pregunto nuevamente, y yo les respondí, -ni ustedes se dieron cuenta, fue San Francisco, nuestro Santo Patrono.