Resultados 1 al 4 de 4
-
16/05/2010 #1Ixú anapu
- Fecha de ingreso
- 08 ene, 09
- Ubicación
- Santa Fe de Laguna, Quiroga, Mich. Méx.)
- Nombre real
- Neri Medina Cuiriz
- Mensajes
- 56
Dos Leyendas Purhépechas
Leyenda purépecha
La balsa de caimanes
Cuando el príncipe purépecha Tacamba desapareció en brazos de la princesa Inchátiro en los bosques de Uruapan, arrebatado por una pasión incontenible y abandonando los derechos al trono de sus mayores, los indios de aquellos dominios proclamaron reina a su hermana la princesa Ireri, que era inmune al amor y desdeñaba a todos sus pretendientes. El pánsperata, que así se dice amor en tarasco, traía revuelta a la región, los súbditos de Tacámbaro aspiraban a tener en aquel reino como soberana a una mujer honrada que resistiera a las tentaciones mundanas. Por eso se fijaron en Ireri, porque aquella princesa que residía entonces en Chupio, había resistido pruebas de incorruptibilidad y era ya famoso el desdén que se dibujaba en su rostro siempre que la acosaban con pretensiones amorosas. Entre esos desdeñados estaba el guerrero Pámp/peti señor de Guapácaro, locamente enamorado de ella. Más a pesar de los desprecios de la doncella altiva, el bravo Pámp/peti no desistía de sus propósitos, y esto traía intranquilos a los vasallos de la reina Ireri, que pretendían a toda costa conservarla alejada de toda unión amorosa, a fin de que se consagrara al gobierno del reino, bastante agitado.
La mujer era hermosa, y tanto por eso como por su fama de castidad, cuando los conquistadores españoles llegaron a Tacámbaro, quisieron conocerla, y el mismo capitán conquistador Cristóbal de Oñate, fue a visitarla a su residencia de Chupio, trabando con ella conversación e invitándola a que se convirtiese al cristianismo. Dio un plazo de tres días para que resolviera y quedó en volver a visitarla para conocer lo que hubiese pensado.
Pámpzpeti, el terrible enamorado, estaba oculto en un bosque inmediato y escuchó la conversación de la hermosa reina y del conquistador, decidiendo oponerse a aquellas maniobras catequistas.
Como lo había ofrecido, Oñate volvió a caballo al domicilio de Ireri, insistiendo en sus proposiciones, obteniendo como respuesta aquel gesto desdeñoso tan peculiar en el rostro de la joven soberana. Irritado por ello, Cristóbal de Oñate, planeó raptársela un día que ella saliera por los caminos, llegada esa ocasión, el capitán hispano, que iba a caballo, se inclinó hábilmente y le tendió sus forzudos brazos, tratando de izarla y llevársela en ancas: pero el pretendiente de Ireri, el guerrero Pámpzpeti, que estaba en acecho con gente oculta, dio una señal y se oyó un griterio impotente. En el combate salió herido Cristóbal de Oñate y se desbandaron sus pocos acompañantes, llevando al capitán a que se curara.
Sabedor de lo ocurrido, y para apaciguar los ánimos de unos y de otros, intervinó entonces en el asunto Fray Juan Bautista, misionero franciscano que ambulaba por la comarca convenciendo dulcemente a los idólatras. Fue el buen fraile a hacer una visita a Ireri en Chupio, y tanto la impresionó aquel hombre enflaquecido y pálido con los ojos tristes y la faz desencajada, hablándola suavemente, humildemente, que la reina desdeñosa, después de verle y oírle, clamó sumisa:
- Vamos, Padre; te seguiré a donde quieras: llévame...
Ya había campanas en Tacámbaro; y al otro día de la visita del fraile repicaban todas con alborozo, anunciando que la reina Ireri iba a ser bautizada. Pero no contaban con el galán apasionado, el tremendo Pámpzpeti que , presentándose súbitamente con la gente, arrebató a la catecúmena de manos de los misioneros, llevándosela del templo y huyendo con ella para ocultarla.
Así pasó algún tiempo, entre el desorden reinante por la conquista y los comentarios que aquel suceso había despertado. Y ya se iba olvidando el escandaloso percance, cuando, residiendo en Huetamo el Padre misionero Juan Bautista, recibió la visita de un indio que suplicaba fuese a confesar a un moribundo que necesitaba su absolución en Zirándato. Era de noche, y había que pasar el río, que estaba muy crecido. No obstante eso, el padre franciscano accedió, y fue con el indio que le sirvió de guía.
Iba el religioso con su crucifijo en las manos, musitando oraciones en la alta noche. Notó que, al pasar el puente, éste se hundía en el río. Seguidamente embarcó con el indio en una balsa que le esperaba, negra como la noche, y que les llevó a la casa del moribundo. Éste no era otro que el guerrero Pámpzpeti que tenía a su lado, llorosa y afligida, a la reina Ireri, que presenciaba su agonía. Trajo el fraile enflaquecido agua del río, bautizó con una jícara a los neófitos ministros, los auxilió espiritualmente, dándole la absolución y consolando a la reina que gemía en la noche desolada.
Volvieron el Padre y el indio acompañante a tomar la balsa que les esperaba y navegaron en ella hasta donde el misionero residía, y al abandonar la ribera vieron que la negra balsa parecía de troncos negruzcos y estaba formada por lagartos o caimanes que se iban nadando al río separadamente.
Esc. Sec. Dna. No. 150 Turno Matutino
Nombre del equipo: Los chilangos
Profesora Elizabeth Velázquez Campos
Mintzita
Leyenda Tarasca
Don Antonio Huitziméngari y Caltzóntzin había dejado en su palacio de Tzintzúntzan, su túnica blanca y su manto de plumas con los colores reales, para vestir el traje español. En la reciente fundada Universidad de Tiripetío (lugar de oro) cursaba los estudios mayores, después de aprender el castellano que a cambio de la enseñanza del tarasco, le impartiera el mismo fray Alonso de la Veracruz. Este fraile agustino, fundador de la primera Universidad del Continente, estaba maravillado de la inteligencia del príncipe Huitzinméngari. ¿Quién hubiera creído capaces a los indios de tener semejante talento? Pero la verdad es asombrosa. El joven príncipe se deleitaba leyendo en griego La Ilíada de Homero, y en latín, los dulces versos de Virgilio....
Frente a la plaza principal de Pátzcuaro existe aún la casona que construyera Huitziméngari. Como buen cristiano, traía consigo a su única esposa, la bella Mintzita, joven princesa que con su hermosura primitiva adornaba y perfumaba con la frescura de un jarrón del más fino barro de la comarca, aquella mansión señorial.
Mintzita no estaba acostumbrada a la elegancia europea qaue comenzaba a brillar en Pázcuaro; por lo mismo cada día echaba de menos su real casa de Tzintzúntzan; más el amor que la unía estrechamente con su señor, la hacía soportar aquella vida entre gente extraña, que hablaba un idioma para ella desconocido y que sólo su esposo entendía. ¡ Con qué timidez veía a su señor montar a caballo y salir acompañado de sus caballerizos españoles, y con cuánta angustia esperaba su regreso, temerosa de que aquellos fieros y enormes venados fueran a matarlo! ¡Con cuánto temor también se acercaba a aquel Cristo que en el adoratorio del palacio ocupaba el lugar de Curicaueri, para acercarle el sahumador donde ardía el copal e implorarle por la vida de su señor!
En la plaza mayor de la antigua Petatzécuaro comenzaron a aparecer las más encumbradas damas recién llegadas de España. Cada comitiva que llegaba llenaba de admiración a Mintzita, que, tras las rejas de los balcones, temblaba al relincho de los corceles y ante la hermosura de aquellas mujeres blancas de caballera de oro, y ante los trajes raros y suntuosos. "¡Nana Cutzia!, exclamaba Mantzita, estas mujeres cautivarán a mi señor y entonces moriré de dolor".
Con la llegada de las damas españolas comenzaron los saros. En todas partes, a las fiestas siempre, de manera cortés era invitado don Antonio; no sólo por ser poderoso, ya que para los indios era todavía emperador, sino también por ser un caso raro que aquel indio tuviera modales perfectamente europeos e inteligencia cultivada. ¿Qué encanto tan singular brotaba de los ojos de obsidiana de don Antonio, que muchas damas se sentían emocionadas ante él?.
Cuando don Antonio compró la primera carretela, empezaron las serias inquietudes de Mintzita. Con el pretexto de probar la bondad del carruaje, el encargado de la real aduana y otros caballeros españoles, comenzaron a frecuentar con más asiduidad la amistad del príncipe; pero lo que más inquietaba a Mintzita era la frecuencia con que don Antonio salía de paseo, no sólo con los caballeros, sino también con las damas. Entre ellas, hacía gala de su hermosura doña Blanca de Fuenrara, emparentada con un oidor e hija de un capitán español, gran caballero y principal encomendero de la región. Si doña Blanca hacía gala de su hermosura, más gala hacia de la amistad del príncipe. La muy avara había tropezado con un tesoro inapreciable: los ojos soñadores, ricas acerinas del último Caltzóntzin.
Mintzita, temblaba más que las piedras con que empedraban sus hermanos las calles de la ciudad, cuando su señor mandaba enganchar aquella elegante carroza que salía retumbante por la ancha puerta del palacio señorial. La servidumbre dio en contarle cómo el señor cortejaba a las damas, y la preferencia que tenía por doña Blanca. ¡qué ganas sentía Mintzita de conocerla! Más era casi imposible que sin saber el castellano y con la timidez que sentía entre toda aquella gente, se pudiera presentar en sociedad. Sin embargo, el destino le deparó una oportunidad.
La servidumbre se agitaba en el palacio de Caltzóntzin. La suntuosa vajilla de barro policromado, orgullo de los alfareros de la real Tzintzúntzan, era alistada en el amplio comedor. Las cocineras indígenas preparaban manjares al estilo de la tierra, principalmente la espumosa bebida de cacao, a la que ya comenzaban a ser muy afectos los españoles. Mintzita corría diligente como rayo luminoso, con su blanca túnica purépecha y su paño que graciosamente le caía por las espaldas después de cubrirle la cabeza. Paño que había sido tejido en el taller familiar, con la patacua y teñido con chupicua color azul fino. Todo lo vigilaba la niña, todo lo arreglaba con el deseo grande de que todo lo encontrara bien su señor; pero sufriendo intensamente porque sabía que aquella fiesta, más que para los caballeros españoles, era para doña Blanca de Fuenrara.
¡Y qué banquete para los paladares españoles que nunca habían probado tan suculentos manjares! Junto a los elotes cocidos de brillantes caballeras, lanzaban sabrosos vapores los tiernos uchepus y las hinchadas corundas querían romper sus verdes ligaduras.
Cuando se presentaron las damas y caballeros, Mintzita nada vio sino aquélla que le señalaron como su rival: doña Blanca de Fuenrara. De ella se le grabaron: los ojos verdes, la cabellera de oro, la blanquísima tez y la hermosa cascada de su vestido que, en ondas y pliegues luminosos, caía graciosamente tras de sus diminutos pies.
"¡Nana Cuerápperi! ¿Por qué hiciste tan bella a la extranjera? ¿Por qué diste a sus ojos el color de las olas enfurecidas de mi lago, a sus cabellos de oro de los tiripus que coronan mis bosques a sus vestidos el brillante caer de mi Tzaráracua?".
Así gemía Mintzita con amarga desesperación. Así dejó de ser la alegría del palacio de Caltzóntzin. Así don Antonio la perdió por mucho tiempo.
Huyó Mintzita de todo lo que le hacía daño. Se fue a ocultar su pena a las montañas familiares, en las islas amigas, lejos de aquellos ruidos y cosas extrañas que tanto mal le hacían.
Cuando don Antonio supo el lugar donde se ocultaba Mintzita, le dijeron que ésta había perdido la razón. En la Isla de Pacanda la habían encontrado hilando y más hilando, sin importarle la lluvia, frío o calor; en el tronco de un robusto ucaz había instalado su rudimentario telar y con la incansable patuca, tejía y tejía una rara manta, larguísima, que parecía nunca iba a acabar. Después, cuando el lgo se agitaba al impulso de la tariata, horas enteras permanecía contemplando las verdes aguas y, cuando la Madre Luna aparecía radiante en las regiones de Auàndaro (el cielo), Mintzita exponía su cuerpo desnudo a las caricias de sus rayos maternales. Pero Mintzita no estaba loca. Había ido a entregarse a sus dioses tutelares, a sus bosques familiares, a la soledad de sus islas para pedirles que trocaran su cuerpo y lo hicieran semejante al de la Hija del Sol que le robara el amor de su señor.
Don Antonio llegó a la Pacanda en rápida canoa y entre el bosque comenzó a buscar a Mintzita cuando Scharacua (la que aparece, la luna) prendía su antorcha de marfil.
En la cumbre de un tempo piramidal enmarcado en la negrura del bosque y lleno de luz cenital, don Antonio vio a Mintzita erguida, cual si lo estuviera esperando. El príncipe quedó pasmado de su belleza. Nunca la había visto tan hermosa. Había ceñido a su cintura una vestidura, rara, cuyos pliegues se multiplicaban alrededor de su cuerpo, formando a sus espaldas enorme abanico, donde caía para anidarse la cascada de sus trenzas. Por la cabeza y los hombros, el rebozo pintado con el azul de los cielos y rayos de la luna.
Don Antonio no pudo más. Sintiéndose esclavo de aquella beldad que lo contemplaba con amor desde la casa de los dioses, subió las gradas con el arranque violento de la tariata que encrespa las olas, y casi de rodillas le dice: " ¡Guari (señora), ¿por qué abandonaste la morada donde tu siervo se muere de tristeza? ¿Por qué me llenaste el alma de sobresalto con tu pérdida? Vuelve a nuestra casa como su dueña, como la poseedora de mi amor !".
- Don Antonio, señor mío, he visto a tu alma abandonar la mía y sola he vivido, como en las regiones de Auándaro está sola la Madre Luna. A ella he venido a pedirle que me dé la blancura del cuerpo de aquella mujer; a nuestro Padre el Sol le he pedido que ponga en mi cabello el oro de sus rayos, como los tiene aquella mujer, y a la bella Hapunda (la laguna), el verde de sus olas enojadas para que mis ojos sean también como los de aquella mujer. Mira mis ropas, yo misma las he tejido para hacerlas iguales a las que se pone ella, y con la chupicua he teñido mi rebozo donde la Madre Luna puso sus blancos rayos. Mírame, don Antonio, ve si me parezco a ella y si puedes ya quererme.
El príncipe la contempló largo rato, admirado de que Mintzita, por querer semejarse a Doña Blanca, había refinado su belleza, dándole tal vestidura. Pensó en que nunca encontraría quien le diera prueba semejante de amor y, enternecido, la invitó a volver al palacio.
Grande fue el sombro de los españoles cuando Mintzita fue presentada en sociedad como la esposa legítima de Caltzóntzin, porque nadie se esperab verla ataviada con un traje tan singular. Pronto por todo el reino tarasco se engalanaron las mujeres de los principales caciques con la vestimenta creada por Mintzita y las mismas damas castellanas comenzaron a ostentarla en sus mascaradas. Las indias, que llamaban a Mintzita "Guari" (señora), término respetuoso que correspondía al de reina. Pronto hicieron de este traje su mejor gala.
Así surgío el traje característico de las mujeres de Michoacán.
Profesora Elizabeth Velázquez
Profesora Hilda Ruiz (Red Escolar).violín ma kuskakua
-
21/05/2010 #2irékati
- Fecha de ingreso
- 10 nov, 09
- Ubicación
- Mexico. D. F. Patamban anapu
- Nombre real
- José Luis Huerta Ruíz
- Mensajes
- 174
Re: Dos Leyendas Purhépechas
Bonitas las dos leyendas
realmente tocan nuestras fibras, aqui podemos ver de cuanto sirve la leyenda y cuando es bien contada mejor, en el trasfondo de estas dos leyendas estamos negando nuestras raices y aceptando lo nuevo, lo que nos trajo la invasion, queremos ser como los invasores, seguramente estas dos leyendas se originaron despues de la invasion y con ellas ambas nos catequisaron y nos convencieron de que, lo que nos trajeron los pansas blancas era mejor que lo nuestro y caimos redonditos en el juego perverso de los invasores, por que sin darnos cuenta estamos aceptando su nefasta y opresora religion, la que nos tiene sumidos en la miseria material y moral y nos sumieron en ella por todas las vias primero fue la espada y despues la religion, primero marcaron con fuego nuestras mejillas y luego nuestro cerebro tan subliminalmente que aun conservamos estas dos preciosas leyendas para seguir enganchando a las futuras generaciones, despreciando lo nuestro y queriendo lo que no tenemos
a ver cuando nos cae el veinte y hacemos leyendas y cuentos que reivindiquen nuestras raices y colaboremos con la corriente de este siglo y rescatemos nuestros valores que sin ninguna duda eran mejores que los valores de esta podrida civilizacion, no obstante un abrazo a la creatividad de estas dos maestras.
"Paisas, comer y beber para no ser muertos ... leer y pensar para no ser mensos."
-
29/10/2011 #3Jimbani
- Fecha de ingreso
- 29 oct, 11
- Nombre real
- Narciso
- Mensajes
- 5
Re: Dos Leyendas Purhépechas
Siempre me ha gustado la Leyenda de Mintzita... me parece fenomenal, muy emotiva...
Amo a Mintzita, al pueblo purépecha y a Michoacán entero.... No soy michoacano pero mi
madre y mi abuela (de noventa y seis años) si.... y estoy muy orgulloso de esa hermosa
herencia....herencia que agradezco de forma particular a mi abuela, que cuando la visito me
cuenta historias de su vida....una de esas historias es el surgimiento del Paricutin que aún recuerda
como un suceso que impacto profundamente a la gente...
Amo su cultura y espero algun dia conocerla mucho mejor y en una de esas hasta aprender
el idioma con fluidez....
-
30/10/2011 #4Jimbani
- Fecha de ingreso
- 27 oct, 11
- Mensajes
- 5
Re: Dos Leyendas Purhépechas
que hermoso par de leyendas verdaderamente enriquece y engrasndece mi orgullo por ser decendiente de la gente de ese gran imperio
Gracias.
Información de tema
Usuarios viendo este tema
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Puedes también dejar un comentario en este tema, usando simplemente tu cuenta de Facebook:
Esta página comunitaria se reserva el derecho de prohibir el uso de cualquier programa, archivos y/o información en concordancia con los Derechos de Autor. www.Purepecha.mx NO aloja ningún tipo de material con Derechos de Autor en su Servidor, todo lo que aquí se encuentra y muestra son links o enlaces a servidores externos y la WEB ni el Staff tienen responsabilidad legal directa sobre dicho material.
Solo unas cuantas partes de ésta página Web tiene COPYLEFT. Y para el resto, siempre se agradecerá que se cite a los autores originales y correspondientes del contenido de la obra: música, imágenes, archivo(s), vídeos, documentales, películas y escritos P'urhépecha (Purepecha) en cuestión. Esta página de comunicación indígena por asamblea comunal de la Cultura P'urhépecha se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional. Basada en una obra en http://www.purhepecha.org. Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://www.purepecha.mx
Este sitio Web es la propiedad intelectual de tod@s los P'urhépecha de Michoacán, México y en el Extranjero. Ha sido creado y diseñado exclusivamente con Fines Culturales desde el día Domingo 10 de Febrero de 2008, es expresamente prohibido utilizar este sitio para fines comerciales y de lucro ajenos a las costumbres y tradiciones de la Cultura P'urhépecha.
Este sitio se administra y diseña desde la Comunidad Indígena de Santa Fe de la Laguna, Municipio de Quiroga, Michoacán, México.
En común acuerdo, nos reservamos el derecho de admisión y expulsión o baneo de usuarios(as) registrados.
www.Purhepecha.org + www.Purhepecha.com + www.Purhepecha.mx
Solo unas cuantas partes de ésta página Web tiene COPYLEFT. Y para el resto, siempre se agradecerá que se cite a los autores originales y correspondientes del contenido de la obra: música, imágenes, archivo(s), vídeos, documentales, películas y escritos P'urhépecha (Purepecha) en cuestión. Esta página de comunicación indígena por asamblea comunal de la Cultura P'urhépecha se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional. Basada en una obra en http://www.purhepecha.org. Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://www.purepecha.mx
Este sitio Web es la propiedad intelectual de tod@s los P'urhépecha de Michoacán, México y en el Extranjero. Ha sido creado y diseñado exclusivamente con Fines Culturales desde el día Domingo 10 de Febrero de 2008, es expresamente prohibido utilizar este sitio para fines comerciales y de lucro ajenos a las costumbres y tradiciones de la Cultura P'urhépecha.
Este sitio se administra y diseña desde la Comunidad Indígena de Santa Fe de la Laguna, Municipio de Quiroga, Michoacán, México.
En común acuerdo, nos reservamos el derecho de admisión y expulsión o baneo de usuarios(as) registrados.
www.Purhepecha.org + www.Purhepecha.com + www.Purhepecha.mx






Citar