Astronomía: ¿magia, religión o ciencia?
Las constelaciones desde tiempos inmemorables han maravillado al ser humano. Desde la Prehistoria (petroglifos y pinturas rupestres) las constelaciones han tenido diferentes significados. Para algunas de las culturas más importantes de la antigüedad, estas agrupaciones de estrellas dependiendo donde se asentaban en el cielo, significaban: una determinada época del año, la forma de cómo sus dioses de escondían de sus enemigos o como se comunicaban con su gente.
El cielo resultaba mágico e incomprensible para los hombres primitivos. Contemplaron el cielo con admiración y, convencidos de su influencia en la vida humana, constituyó la base de las primeras creencias religiosas.
Pronto advirtieron la diferencia entre las simples estrellas (que creyeron fijas) y los astros en movimiento visibles a simple vista, como la Luna, el Sol, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Agruparon las constelaciones a las que impusieron nombres: Géminis, Cáncer, etc.
La periodicidad en la sucesión de las fases de la Luna condujo a la institución del mes lunar; la regularidad en la salida y la puesta del Sol, así como su trayectoria de levante a poniente, desembocó en la noción del día solar y condujo al establecimiento de un horario.
La observación de los movimientos solares con relación a las estrellas fijas reveló que el Sol recorre las doce constelaciones del Zodíaco (se dividió la esfera celeste en doce sectores de 30º cada uno) en un largo lapso de tiempo, con lo que se obtuvo la noción de año y la distribución de éste en doce meses. De estas observaciones derivan las actuales divisiones sexagesimales de los ángulos y el tiempo.
La Astronomía en la antigüedad
La curiosidad humana con respecto al día y la noche, al Sol, la Luna y las estrellas, llevó a los hombres primitivos a la conclusión de que los cuerpos celestes parecen moverse de forma regular. La primera utilidad de esta observación fue, por lo tanto, la de definir el tiempo y orientarse.
La astronomía solucionó los problemas inmediatos de las primeras civilizaciones: la necesidad de establecer con precisión las épocas adecuadas para sembrar y recoger las cosechas y para las celebraciones, y la de orientarse en los desplazamientos y viajes.
Para los pueblos primitivos el cielo mostraba una conducta muy regular. El Sol que separaba el día de la noche salía todas las mañanas desde una dirección, el Este, se movía uniformemente durante el día y se ponía en la dirección opuesta, el Oeste. Por la noche se podían ver miles de estrellas que seguían una trayectoria similar.
En las zonas templadas, comprobaron que el día y la noche no duraban lo mismo a lo largo del año. En los días largos, el Sol salía más al Norte y ascendía más alto en el cielo al mediodía. En los días con noches más largas el Sol salía más al Sur y no ascendía tanto.
Pronto, el conocimiento de los movimientos cíclicos del Sol, la Luna y las estrellas mostraron su utilidad para la predicción de fenómenos como el ciclo de las estaciones, de cuyo conocimiento dependía la supervivencia de cualquier grupo humano. Cuando la actividad principal era la caza, era trascendental predecir el instante el que se producía la migración estacional de los animales que les servían de alimento y, posteriormente, cuando nacieron las primeras comunidades agrícolas, era fundamental conocer el momento oportuno para sembrar y recoger las cosechas.
La alternancia del día y la noche debe haber sido un hecho explicado de manera obvia desde un principio por la presencia o ausencia del Sol en el cielo y el día fue seguramente la primera unidad de tiempo universalmente utilizada.
Debió de ser importante también desde un principio el hecho de que la calidad de la luz nocturna dependiera de la fase de la Luna, y el ciclo de veintinueve a treinta días ofrece una manera cómoda de medir el tiempo. De esta forma los calendarios primitivos casi siempre se basaban en el ciclo de las fases de la Luna. En cuanto a las estrellas, para cualquier observador debió de ser obvio que las estrellas son puntos brillantes que conservan un esquema fijo noche tras noche.
Los primitivos, naturalmente, creían que las estrellas estaban fijas en una especie de bóveda sobre la Tierra. Pero el Sol y la Luna no deberían estar incluidos en ella.
Del Megalítico se conservan grabados en piedra de las figuras de ciertas constelaciones: la Osa Mayor, la Osa Menor y las Pléyades. En ellos cada estrella está representada por un alvéolo circular excavado en la piedra.
Del final del Neolítico nos han llegado menhires y alineamientos de piedras, la mayor parte de ellos orientados hacia el sol naciente, aunque no de manera exacta sino siempre con una desviación de algunos grados hacia la derecha. Este hecho hace suponer que suponían fija la Estrella Polar e ignoraban la precisión de los equinoccios.
Los pueblos de las antiguas civilizaciones orientales como la mesopotámica (babilónica), china, hindú, inca y otras precolombinas con sus reflexiones hacia el espacio sideral del Universo dinámico y creciente, se cuestionaban sobre su ubicación en el tiempo y en el espacio hasta llegar históricamente al florecimiento de la magna cultura griega en su época de oro, con sus astrónomos, filósofos y pensadores como Hipócrates, Tolomeo, Aristóteles y Homero.
Los griegos
Los griegos predominantemente vieron a las constelaciones, ya sea como representaciones de sus dioses o de las personas o animales que interactuaban con ellos en su folclore. La constelación conocida como Aquila se decía que era un gran pájaro que traía lluvia y era también el guardián de los rayos de Zeus. La agrupación de estrellas conocida como cáncer se suponía que era un cangrejo que recibió su lugar en el cielo de la diosa Hera tras pellizcar a Hércules en los pies durante una gran batalla.
Los egipcios
Mientras que los antiguos egipcios tenían un poco de mitología unida a constelaciones como la Argo Navis, que era el arca que transportó a Isis y Osiris durante la gran inundación, también conectaban los calendario a algunas agrupaciones de estrellas. La salida de Sirius significaba que era el momento del año en que el río Nilo desbordaba sus orillas.
Los chinos
Las leyendas chinas se conectaban a diferentes constelaciones. Varias estrellas de la constelación de Acuario representaban a un hombre joven y una mujer que había muerto, pero cuyo amor había sido tan grande que el emperador de la época les permitió pasar la eternidad juntos en el cielo. La Osa Mayor representaba los siete amos de la realidad con influencias celestiales.
Se cree que estos pueblos antiguos por la disposición de las estrellas, tuvieron motivos fundamentalmente prácticos con propósitos agrícolas, de viajes y religiosos. Como ayuda para medir el tiempo y las estaciones del año así como servir de guía/orientación a navegantes y mercaderes cuando realizaban travesías durante la noche ya fuese por mar o por el desierto, dependiendo donde se encontraran en nuestro mundo la Tierra.
VISIÓN CÓSMICA
En este contexto de universalidad en la relación materia, energía, espacio y tiempo, todo lo que existe forma parte del Universo; en Mesoamérica el Pueblo P'urhépecha a partir de sus relaciones con la Naturaleza (la madre Tierra) y con el Universo como parte de un todo (visión sistémica), de ahí que sus pensadores a partir de sus observaciones y su cosmovisión aplicada en principio a su vocación de guerreros, cazadores, pescadores y agricultores, incidiera en la necesidad de guiarse mediante constelaciones de la bóveda celeste como la de Orión o Arado (constelación de invierno).
Porque esta y no otra constelación, fue y sigue siendo el principal referente cósmico de nuestros antepasados P'urhé juntamente con los ciclos del Sol y la Luna, veamos lo siguiente:
Una constelación en Astronomía es un grupo de estrellas que a partir de trazos imaginarios forma figuras aparentemente invariables en el cielo nocturno. Que las estrellas estén próximas en el cielo formando una constelación no quiere decir que estén realmente cercanas en el espacio, lo que vemos desde la Tierra son proyecciones de todos los astros/estrellas, pues en realidad se encuentran separadas entre sí a distancias medidas en años luz que pueden ser enormes.
Orión es fácil de reconocer en el cielo nocturno y es una de las 88 constelaciones en que se ha dividido convencionalmente el espacio (la Unión Astronómica Internacional UIA a partir de 1928, reagrupo oficialmente la esfera celeste a través del astrónomo belga Joseph Delporte y su publicación fue en 1930).
Orión es la constelación que ofrece mayor visibilidad durante todo el año desde cualquier posición del globo terrestre, desde el polo norte hasta el polo sur. Orión (arado o cazador) está conformado por 4 estrellas mayormente luminosas (cuadrilátero) y otras 4 en su interior mayormente visibles. Una de estas estrellas Mintaka y la estrella Polar vista desde el Ecuador forman un ángulo de 90º durante el equinoccio del 21 de marzo.
La constelación de Orión, desde la época prehispánica en el año 1,200 d.c. cuando se consolido la etnia P'urhé, ha sido su mayor referente cósmico y su cenit en el Ecuador se tiene el primer segundo de cada 1º de febrero día en que se celebra el ceremonial de El Fuego Nuevo con Curicaueri (el que surge del fuego) su principal deidad representado por el Sol, iniciando así el Año Nuevo P'urhépecha con el crepúsculo o lubrican matutino (alba, amanecer o aurora) de este día tan emblemático.
Los herederos de esta ancestral tradición desde hace 32 años (1983), hemos sido testigos vivenciales de la gran Sinergia (su significado: unión o multiplicación de energías) que representan el Fuego Nuevo y los Símbolos de la Unidad del Pueblo P'urhépecha (el fuego sagrado, la piedra calendario, la bandera y el bastón); con lo cual se demuestra una vez más que: El todo es más que la suma de sus partes (Aristóteles). Consecuentemente se vive y disfruta la parte afectiva humana con la Visión Sistémica que tiene como base u origen la colaboración a partir de la Sinergia del Fuego Nuevo P'urhépecha.
El fuego es sinérgico y es resultante de la unión de calor, combustible y oxigeno. La combustión es sinérgica, pues sin alguno de estos elementos no se originaría el fuego ya que nace a partir de ellos.
PROYECCIÓN DEL PUEBLO P'URHÉPECHA.
El Pueblo P'urhépecha con sus comunidades, está consolidando una lucha y defensa constante a partir de la reflexión y evaluación de su pasado histórico-sistémico, proyectándolo hacia el futuro como un estilo y forma de vida suigeneris. Su pensamiento y actuaciones en beneficio de sus comunidades está trascendiendo y motivando a las demás etnias indígenas y organizaciones sociales de nuestro país a unirse y organizarse para retomar, rescatar y defender el legado de sus antepasados, lo que seguramente impactara en las nuevas formas de vida que verdaderamente representen las autenticas aspiraciones comunales de los mexicanos en el ámbito nacional.
No es casualidad, como tampoco ha sido gratuito el hecho de que hasta nuestros días, de los tres grandes imperios o reinos prehispánicos que ha tenido México al través de su Historia: el azteca, el maya y el P'urhépecha, actualmente solo las comunidades descendientes de este último, están rescatando y retomando sus ancestrales valores culturales, tradiciones y costumbres, en tanto que de los otros dos tienden a desaparecer ante el galopante y avasallador sistema capitalista con sus estrategias globalizadoras, causando daños irreversibles a la Ecología Ambiental , a la Madre Tierra y consecuentemente a toda la Humanidad en todos los rincones de nuestro Planeta.
Tijuana, Baja California, México. 08/Enero/2015.
______________Elaboró: Ing. y Mtro. Roberto Cornelio Orozco
Correo electrónico: roberto_cornelio@hotmail.com
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Fotografía: Sacrificio de Tanganxoán II. Óleo/Papel.
Fecha: 2002. Autor: José Luis Soto Gonzales.